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A propósito del descentramiento: Rorty y Davidson

Mariflor Aguilar*

Universidad Nacional  Autónoma de México

 

En este trabajo intentaré vincular una tradición de la teoría del sujeto con algunos ideales del movimiento feminista. Las propuestas que elegí de esta tradición son las de R. Rorty que aparecen en un artículo reciente titulado "Freud and Moral Reflection". La propuesta de Rorty se inscribe en la ya larga tradición teórica que postula el descentramiento del sujeto. Los esfuerzos de esta tradición se orientan en general a superar la más larga aún tradición de la filosofía del sujeto (para utilizar la expresión de Habermas), tradición ésta que, según sus críticos, se ha caracterizado por desconocer como relevante o por subordinar aspectos no cognitivos de la razón o del individuo. Elijo a Rorty para subrayar las tesis centrales de la crítica a la filosofía del sujeto porque el matiz que introduce su propuesta destaca elementos que me parece pueden ser incorporados como instancias argumentativas o de fundamentación a ciertos discursos feministas.

Hay para Rorty relación directa entre la autoimagen o imagen del yo que circula en forma dominante en una sociedad y el tipo de sociedad o de relaciones sociales que se establecen. Es decir, Rorty sugiere que si se desea cierto tipo de sociedad se requerirá que la autoimagen de los individuos que vivan en esa sociedad cambie también o sea de una manera específica. Cuando Rorty precisa cuáles son algunos puntos de discrepancia con Habermas aclara que sus diferencias no pasan por concepciones ni posiciones políticas sino por "la imagen del yo (self-image) que una sociedad democrática debe tener, la retórica que debe usar para expresar sus esperanzas"[1].

La imagen del yo o autoimagen que Rorty considera la más adecuada para una sociedad democrática es la imagen del yo dividido y yo múltiple. La idea de la división es ya clásica, proveniente sobre todo de los llamados "maestros de la sospecha". La idea de la multiplicidad -en el sentido radical en el que Rorty la plantea- aunque podría verse sugerida también por Freud y por Nietzsche, sobre todo por este último a través de sus tesis pluralistas, la extrae sorprendentemente de un artículo de Donald Davidson llamado "Paradojas de la irracionalidad"[2], gracias al cual radicaliza la tesis del descentramiento del sujeto de una manera tal vez discutible pero sugerente y, pienso yo, recuperable para algunas reivindicaciones femeninas.

Siguiendo en algún aspecto a Davidson, Rorty interpreta el inconsciente freudiano como sugiriendo no solamente la existencia de fuerzas incontrolables que irrumpen en la conducta o en la conciencia ni que la mente puede ser tratada como un conjunto de mecanismos asociativos para fines de control y predicción, sino como alguien más, algo parecido una persona con propósitos diferentes de los propios[3]. Y aquí es donde entra Davidson.

En efecto, en el artículo al que Rorty se refiere, Davidson defiende la idea freudiana de la división del yo en el sentido de multiplicidad de personas con el fin de disolver algunas paradojas que se presentan cuando se quiere pensar la irracionalidad, objetivo que a simple vista es también paradójico, dado que podría pensarse que Freud ha contribuido precisamente a ampliar los límites de lo irracional y no a la inversa.

El planteamiento de Davidson es más o menos el siguiente: considerando que siempre podemos encontrar causas de nuestras acciones que funcionen como razones de las mismas, y considerando que la presencia de razones en la explicación de nuestras acciones las hace a éstas racionales en algún sentido, entonces -dice Davidson‑ se hace imposible pensar la irracionalidad en sentido estricto. Solamente si pensamos que pueda haber causas de nuestras acciones que no son, a su vez, razones de ellas, puede decirse que son irracionales y esto solamente es posible si se admite la división de la mente en estructuras quasi independientes que interactúan entre sí[4] . Se trata en este caso de elementos organizados dentro de cada uno de los cuales hay un cierto grado de consistencia entre creencias, afectos, propósitos y deseos y donde un elemento puede operar sobre otro en la modalidad de causalidad no racional[5].

No me detendré para extraer toda la riqueza del artículo de Davidson; destaco sólo esta tesis en la cual Rorty se apoya para sacar la conclusión de que en la medida en que cada parte de la mente de la que habla Davidson es un conjunto de creencias, deseos, etc., consistentes entre sí y en la medida en que es ésta también la definición que en otro lugar Davidson da de "persona", se trata entonces de partes mentales equivalentes a personas. Con humor Rorty se refiere a la parte inconsciente como aquella que está "cocinando nuestros chistes, inventando nuestras metáforas, tramando nuestros sueños, arreglando nuestros deslices y censurando nuestros recuerdos"[6].

La estrategia de Rorty va encaminada a mostrar la importancia de los hallazgos freudianos y la conveniencia de tomarse en serio la existencia del inconsciente, no solamente como instancia causalmente explicativa de las acciones, en cuyo caso sería más o menos irrelevante para la interacción, sino también como instancia presente cotidianamente en la interrelación humana y cuya importancia trasciende el ámbito de la vida comunitaria. Rorty plantea que "indagar acerca de nuestros motivos inconscientes no es solamente un ejercicio intrigante sino más bien una obligación moral"[7], planteamiento éste que sigue la senda del dictum freudiano "donde ello estaba yo debe advenir" y del imperativo socrático "conócete a ti mismo"[8].

La propuesta de descentramiento de Rorty tiene algunas ventajas que quisiera destacar:

1a. Dije antes que Rorty radicaliza la tesis del descentramiento y creo que esto es cierto por lo siguiente: en la tradición que gira en torno de esta tesis se entiende ésta sobre todo en dos sentidos, a saber, en relación con la oposición conciencia/inconsciente, según la cual el inconsciente reemplaza a la conciencia del lugar central que ha ocupado en la antropología y en la epistemología, y en relación con la oposición instintos/razón, según la cual ocurre con la razón más o menos lo mismo que con la conciencia, a saber, la razón en tanto que instrumento del conocimiento humano queda desplazada para dejar su lugar a otras formas de relación con el mundo. Ahora bien, debido a que ambos sentidos de la noción de descentramiento se vinculan con oposiciones, ocurre que puede entenderse de maneras no deseada. Descentrar en sentido estricto es dejar a un todo o a una estructura sin centro. Cuando se retira a una instancia del centro para colocar a otra en su sitio no se trata propiamente de un descentramiento.

Algunas interpretaciones del pensamiento freudiano han tendido a torcer el bastón hasta el punto de diluir a la conciencia en el inconsciente quitándole a aquélla toda relevancia para la explicación de la conducta y de la mente humanas. Al colocar Rorty en el eje de su propuesta precisamente al dictum freudiano "donde ello estaba yo debe advenir", y al atribuirle racionalidad a las "personas" que constituyen al yo, tiende a evitar la torcedura del bastón hacia el extremo opuesto, concediéndole tanto a la conciencia como al inconsciente estatutos teóricos semejantes.

2a. Esta radicalización del descentramiento, que contribuye a anular jerarquías en cualquier sentido, contribuye también a rechazar valoraciones específicas implicadas en las jerarquías. Con ella se descarga al inconsciente de connotaciones peyorativas asociadas a la oposición razón/pasión según la cual el inconsciente sería el depósito de las pasiones -y habitualmente de las más "bajas"- y, por tanto, equivalente al mundo incontrolable de la sinrazón. Lo que es nuevo en esta visión de Freud del inconsciente, comenta Rorty, "es su pretensión de que nuestros yos inconscientes no sean mudos, resentidos, bestias inestables, sino más bien pares intelectuales de nuestros yos conscientes, posibles compañeros conversacionales para esos yos"[9]; se trata, entonces, de sustituir el cuadro tradicional de un "intelecto" en conflicto con una horda de bestias irracionales por un cuadro de  transacciones sofisticadas entre dos o más intelectos[10]. De esta manera se desmitifican tanto la conciencia como el inconsciente; la conciencia y el pensamiento pierden su carácter de inspiración divina que cierta tradición les había asignado, y el inconsciente pierde su naturaleza bestial[11]; podría decirse que ambos adquieren un cierto dejo humano...demasiado humano.

3a. La multiplicidad del yo así planteada combate también la idea mítica de un "yo verdadero" que habremos de descubrir. La propuesta de la multiplicidad de personas en un mismo individuo establece la posibilidad de aceptar el pluralismo en el sentido nietzscheano, pero sin el riesgo de sucumbir a la pérdida de sí como en ocasiones puede desprenderse de la lectura de Nietzsche. Al mismo tiempo, al eliminar la búsqueda de esencias del "verdadero yo" se combate también el concomitante enjuiciamiento y condena de todo aquello que supuestamente contribuyó a pervertirlo. El beneficio de esto, además de evitar el resentimiento y de propiciar la reconciliación del individuo con su historia, es la posibilidad del cambio, es decir, la posibilidad de abandonar roles asimilados y asignados cultural o familiarmente.

4a. Una ventaja más del pluralismo radical propuesto por Rorty es la posibilidad de pensar la solidaridad humana en otros términos, no en términos de la solidaridad entre iguales sino entre los diferentes. La imagen del "yo" que Rorty propone, en la medida en que indaga hacia lo más específico que constituye a los sujetos o, en palabras tal vez ya clásicas y decadentes, en la medida en que se sumerge en las múltiples determinaciones que constituyen la subjetividad individual, en esa medida precisamente es que hace posible la solidaridad de la diferencia, una solidaridad basada, dice Rorty, "en la habilidad de ver más y más diferencias tradicionales...como irrelevantes cuando se comparan con similitudes respecto al dolor y a la humillación"[12].

5a. Por último, la tesis de la multiplicidad de personas en el yo, en tanto que no son concebidas como partes superables ni rechazables, tiene también una ventaja intelectual o teórica, a saber, la de propiciar la indagación en torno de las experiencias y la historia en las que se constituyó cada parte, sus relaciones con formaciones sociales y formaciones culturales, la vigencia o caducidad tanto de éstas como de las formaciones subjetivas. Davidson se refiere a este punto: "Montar la escena de este modo deja todavía mucho por explicar, ya que queremos saber por qué se desarrolló esta doble estructura, cómo cuenta en las acciones emprendidas y, también sin duda, sus consecuencias psíquicas y su cura[13].

Me parece que estas cinco ventajas del pluralismo radical de Rorty pueden traducirse en ventajas también para el pensamiento feminista; trataré de mostrar de qué manera:

1) Si bien es cierto, como lo plantea Rorty, que la tesis del descentramiento radical puede repercutir de maneras centrales en una mejor vida personal y en una mejor convivialidad humanas, creo que su mayor repercusión se ejerce entre los grupos minoritarios, los que se enfrentan de manera más patente al conflicto de discursos que constituyen sus subjetividades. En el caso particular de las mujeres esto puede percibirse en forma acentuada, sobre todo si se toma en cuenta que en el mundo de hoy las mujeres vivimos en un permanente y acelerado proceso de subjetivación, rompiendo identidades que en ocasiones no han tenido tiempo siquiera de construirse. Enfrentarse a estos conflictos con menos angustia puede ser un aporte invaluable de las tesis de Rorty.

2) Los efectos benéficos de la descarga del inconsciente de connotaciones peyorativas son bien conocidos desde los trabajos freudianos. El matiz que añade o subraya Rorty, que tiene que ver con la posibilidad de atribuir "personalidad" a los elementos extraídos del inconsciente, permite un juego dialógico -o convencional- entre ambos "paquetes" discursivos o valorativos, juego en el cual ni el discurso familiar ni el discurso emergente tienen que ser pensados como el resultado de sobreviviencias superadas y superables o como irrupciones abruptas que hay que moderar o controlar. De este modo, además de disminuir la angustia, el discurso femenino puede extraer de las tesis del descentramiento la posibilidad de producción de novedades, que combinen creativamente sin reprimir elementos de un paquete y otro.

3) La asunción de tal multiplicidad de personas, tan sensibles y emotivas como calculadoras y racionales que se desvían de la búsqueda de esencias -o de la "falta" de esencia- induce el autoposicionamiento abriendo un campo más amplio de claridad de acción y elección mediante el reconocimiento y la convivencia de las varias autoidentificaciones que remueve la fijación a roles asignados.

4) Por otra parte, la solidaridad en la diferencia, si bien puede pensarse como una propuesta útil para todo movimiento social, en el caso de las mujeres puede implicar un buen comienzo para rebasar las a veces feroces relaciones de competencia que habitualmente marcan nuestros procesos de inserción en las esferas de circulación. Tal vez la solidaridad nos presente menos riesgos si tenemos la convicción de que, de todos modos, somos sujetos únicos e irrepetibles.

5) Por último, en el plano teórico la multiplicidad del yo induce también la investigación de la formación específica de los diferentes estratos de la subjetividad femenina, su articulación con formaciones sociales, tradiciones culturales y tipos de estructuración familiar; impulsa el diseño de un mosaico de valoraciones más o menos paralelo al mosaico que constituye cada subjetividad y, tal vez con trazos más nítidos, la subjetividad de las mujeres.



* Ponencia presentada al II Encuentro Internacional de Feminismo Filosófico (Bs. As., noviembre 1989)

[1] Rorty, R., Contingency, irony and solidarity, Cambridge University Press, 1989, p. 67.

[2] Davidson, D., “Paradoxes of irrationality”, en Philosophical essays on Freud, ed. by Volheim and Hopkins, Cambridge University Press, 1982.    

[3] Rorty, R., “Freud and moral reflection”, Mimeo, p. 8.

[4] Davidson, D., op. cit., p. 300.

[5] Ibid. p. 301.

[6] Rorty, R., “Freud and moral reflection”, p. 14.

[7] Ibid. p. 6

[8] Ibid. p. 12

[9] Rorty, R., Ibid., p. 14

[10] Ibid., p. 15

[11] Cfr. Ibid., p. 19

[12] Rorty, R., Contingency…, op. cit., p. 192.

[13] Davidson, D., op. cit., pp. 300-301.

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