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Elvira López y el movimiento feminista

María Cristina Spadaro

 AAMEF


-Elvira ¿cómo era mi abuelita?

-Como vos.

 

Vamos a presentar un texto y su autora, tarea poco sencilla tratándose de una "joya". Es un desafío que la "joya" aparezca y pueda ser apreciada en su auténtica magnitud.

Dentro de la reflexión feminista podríamos diferenciar corrientes que acentúan los aspectos reivindicativos y otras que desarrollan, sobre todo, los aspectos más teóricos. Ambas interactúan, y aún más, se complementan.

Quizá se trate más bien de actitudes; quizá la adhe­sión a alguna de estas corrientes dependa del momento histórico, sus posibilidades o necesidades urgentes, la personalidad de la autora o autor, y aún, la oportuni­dad; las mismas/os autoras/es alternan la perspectiva, tal vez porque en esta complementariedad encuentran el empuje y el fundamento, los argumentos y las energías, compromisos y satisfacciones.

En este esquema, el trabajo que vamos a analizar podría inscribirse dentro de las investigaciones de corte teóricoreflexivo, con un acentuado carácter histó­rico. Es un trabajo muy abarcador que, no con exceso de pretensión, lleva el título de El movimiento feminista[1]. Es un texto repleto de datos, que se disfruta sobremanera. Es, sin duda, una visión enciclopedista de la situación de la mujer, pero no árida, sino amena y atractiva.

 

II

 

¿En qué sentido es un texto de carácter teórico?: por oposición a un texto activamente militante. Elvira V. López, su autora, pasa revista a todo el material que le resultó accesible, que no fue poco, por cierto. Su intención, al parecer, es la de abrir como un abanico: el hecho real del movimiento feminista, al día, e intentar la elaboración de algunos conceptos que de hecho guían dicho movimiento.

Para Elvira López el movimiento feminista es una etapa necesaria dentro del desarrollo histórico. No se lo puede negar. Sí se puede colaborar con él depurando sus conceptos, aclarando sus objetivos. El aspecto estrictamente teórico se limita a pocos y claros conceptos, que casi no se mezclan con la anécdota y los datos (caso contrario, su lectura sería sumamente difícil por la abundancia de estos últimos).

El análisis que hace de la situación de la mujer, mezclado con el de sus rebeliones, se remonta hasta antes del comienzo de la Historia. Ensaya, incluso, alguna hipótesis sobre el origen de la desigualdad entre los géneros. Para Elvira López es evidente que lo que determina la condición de la mujer es su inferior fuerza física.

Los datos que maneja dan la sensación de agolparse para que ella les permita entrar en el texto. No siempre es estricta citando sus fuentes, pero los aportes resultan tan valiosos, amenos y actuales, que es imposible impugnarlos. Maneja, por ejemplo, informes de congresos efectuados un par de meses antes de la fecha de presentación de su tesis.

El tono teórico histórico del texto debilita cualquier ánimo rebelde, resultando así militantemente inocuo. Posiblemente no sea una consecuencia casual, sino busca­da. No hay que olvidar que se trata de una tesis de doctorado, y, como tal, su fin primero era el ser aproba­da, por un tribunal compuesto de doctores y de profeso­res, todos varones, y seguramente ninguno de ellos femi­nista.

Este mismo carácter teórico se acentúa por la distan­cia que pone la autora con el objeto que trata. Los problemas de la mujer en general, a ella, no parecen afectarle. Quizá por pertenecer a una clase acomodada o por ser intelectual, y seguramente por ser argentina, pretende estar más allá de las vicisitudes y conflictos que trata. Posiblemente tenga algo de razón y estos condicionantes la hayan mantenido un poco al margen de esta situación más generalizada de la mujer (aunque no puede ser casual la elección de este tema de tesis).

El tono teórico del texto parece situarla en el lugar de un logos neutro desde el cual habla. Llega a decir que "los hombres de espíritu elevado...comprenden que por grande que sea el saber de la mujer, nunca podrá rivalizar con el superior talento masculino"[2]. ¿No está ella presentando una tesis para optar por el título de Doctora? Quizás esta frase haya tenido la doble inten­ción de ser aduladora con el varón, irónica para la mujer. De hecho el vaivén de esta interpretación describe un poco la dinámica teórica del texto.

 

III

 

El hecho de que ella misma sea una mujer intelectual justificaría ya la gran importancia que le da a la educa­ción. Pero el planteo va mucho más allá, en tanto se refiere a una educación integral, no meramente intelec­tual.

La educación de la mujer debe ser primariamente la educación para una persona, que además es femenina. Debe compartir gran parte de su formación con el hombre, prepararse para el mundo objetivo. Pero sobre todo debe poder desarrollarse como persona, y estar capacitada para ganarse la vida. Esto requiere que la mujer acceda a todo nivel educativo. Pero más que nada implica un cambio en la educación misma, y en consecuencia en las curricula.

Esta nueva educación debe ser una educación para la vida. Elvira López cree que la educación tradicional no prepara a la mujer para desarrollar bien ni siquiera su papel más específico, el de madre, porque por lo general forma mujeres débiles, ignorantes y superficiales. "Se supone que este sexo no necesita instrucción"[3]. Pero sólo una mujer bien preparada puede ser una buena madre.

Parece incluso vislumbrar el hecho de que la cultura patriarcal tradicional ha desvirtuado y empobrecido con su imagen la historia y la realidad misma. En el caso de la historia, según Elvira López, deberían rescatarse tipos ejemplares para el sexo femenino, y esto traería aparejado un cambio en el contenido mismo de la materia.

Al pasar a tener acceso, aunque sea en cierta medida, a derechos cívicos, la mujer debe penetrar en una esfera que le es ajena. Las virtudes sociales, como diría Aris­tóteles, son propias del varón, que las ha ejercido desde siempre, con las limitaciones circunstanciales propias de cada sistema político. Pero este poco sentido para la cosa pública que tiene la mujer no es resultado de una falla natural en ella, sino de la educación que ha recibido[4]. Hay que prepararla para la práctica ciuda­dana.

La mujer siempre ha formado parte de la sociedad, pero ha tenido una manera propia de participar en ella, distinta de la del hombre. Lo ha hecho esencialmente como esposa y como madre. Y desde allí ha ejercido el poder: por influencia[5].

Esta participación de la mujer en el ámbito político no es sólo positiva para su género, sino para la sociedad en su conjunto. Para Elvira López existen diferencias naturales entre los géneros, que son valiosas y como tal hay que conservar. Habría un reconocimiento del estado de decadencia en que se encuentra nuestra sociedad y la mujer puede ayudar a superarlo aportando aquellos valores propios de su género y sus perspectivas.

Analiza de manera bastante pormenorizada la situación política, legal y jurídica de la mujer. Así va descu­briendo muchas situaciones de desigualdad, como la que vimos entre el ejercicio del poder por parte del varón y la forma relativa de poder que es la influencia, ejer­cida por la mujer. Relativa al hombre. A la mujer no se le reconoce un estatus propio sino relativo al hombre. La mujer es en tanto hija, esposa o madre. Esta condición es accidental[6] y como tal debiera considerarse. La "infe­rioridad", la dependencia y a veces hasta la incapacidad legal, corresponde a la esposa, hija o madre. No a la mujer. La situación desventajosa le vendría a la mujer del hecho de que su concepto se elabora en función del hombre.

La mujer debe tratar de salvar las desventajas de que es víctima sin renunciar a ser mujer. Para la autora, la emancipación como "plagio del hombre" más que equivo­cada es ridícula[7]. Si nos animamos a forzar un poco el análisis, podríamos inscribir su postura dentro de lo que se conoce como el "feminismo de la diferencia", en tanto que junto con la reivindicación de la igualdad de derechos y oportunidades como personas, mantiene como fundamental la riqueza de las diferencias genéricas.

No sostiene el ensalzamiento de estas diferencias, pero sí su conservación, como necesaria y positiva. El ser humano no tendría una forma básica, el varón, y una forma defectuosa y desviada, la mujer, como sosten­dría la ideología tradicional (patriarcado). En acuerdo con el pensamiento de un tal Legouvé, dice Elvira López: "Nadie pretende asimilar la mujer al hombre, éste sería el medio más seguro para esclavizarla, pues un ser colo­cado fuera de su natural esfera es necesariamente infe­rior y por consiguiente está avasallado. En esta diferen­cia, en vez de un signo de inferioridad, hallamos preci­samente la razón de ser elevada a mejor suerte"[8].

Esta idea de que la mujer no debe ser medida con el metro "varón" ni asimilada a él, forma, junto con el concepto de "equivalencia", el eje teórico fundamental del planteo de Elvira López. Este último sirve como horizonte a todo su trabajo. Además de ejercer una fun­ción teórica, abre perspectivas éticas, prácticas. Efec­tivamente, hombres y mujeres no son iguales. Pero valen lo mismo. Ve con claridad que el problema no radica en las diferencias, sino en la valorización (y desvalori­zación respectiva) que se hace de esa diferencia. Lo malo no es que seamos distintas, sino que se nos conside­re inferiores, que valgamos menos. Y esto sucede porque el modelo es el varón. Cualquier cosa que sea medida con el modelo de otra resulta inferior. La igualdad no debe ser entendida, entonces, como identidad, sino como equivalencia.

 

IV

 

Ahora que ya pasamos revista a los conceptos fundamen­tales de la tesis, podemos preguntarnos qué tiene de extraordinario este texto para que lo hayamos considerado una "joya". Su existencia. En 1901. En Buenos Aires.

Elvira López escribió este texto con una pluma cucha­rita, seguramente. Vestida con polizón, de blanco, con puntillas, como se acostumbraba por las mañanas de aquella época. Parece una figura sacada de un viejo arcón abando­nado en una antigua casona a punto de ser demolida. Y es precisamente eso: algo valioso para reconstruir nuestra propia historia.

El uso del término "feminista" en esta tesis de la primera promoción de doctoras de nuestra Universidad implica un cierto grado reflexivo alcanzado por la mujer. Elvira López sistematizó la situación de la mujer, el estado en el que se encontraban los movimientos feminis­tas en todo el mundo, con sus similitudes y diferencias. Teorizó acerca de los fundamentos de estas posiciones, e incluso de sus límites. Es mucho más que un texto reivindicativo. Ella reflexionó sobre las condiciones de posibilidad de esas reivindicaciones. Esto es lo que la hace asombrosamente actual, porque el feminismo está pasando por una etapa igualmente teórica.

Debo reconocer que cuando accedí a la tesis sentí por un momento que estaba siendo engañada por uno de esos textos apócrifos borgeanos. Rápidamente recapacité que era imposible. Que Elvira López había existido realmente. Percibió el diploma de Doctora en Filosofía y Letras el 20 de octubre de 1901, junto con Ernestina López, cuya tesis fue: ¿Existe una literatura propiamente ameri­cana?

A esta altura el asombro se transformó casi en vergüenza. ¿Cómo pudieron ellas hacer estas reflexiones y docto­rarse? ¿Qué pasó en estos noventa años? O mejor aún, ¿qué no sucedió y debió haber sucedido? Creo que este fenómeno de discontinuidad ha afectado muchas áreas del desarrollo argentino. Y por otro lado, nuestro mundo comparte con aquel otro, el de Elvira López, más de lo que creemos o quisiéramos creer.

Descubrir esta tesis y su autora me dejó, luego de esa casi vergüenza, la esperanza de haber heredado aunque sea un poco de su empuje y frescura y del modo en que desprejuiciadamente enfrentó muchos prejuicios.



[1] López, Elvira V., El movimiento feminista. Tesis presentada para optar por el grado de Doctora en Filosofía y Letras, Buenos Aires, Imprenta Mariano Moreno, 1901.

[2] Op. cit., p. 72

[3] Op. cit., p. 71

[4] Op. cit., p. 82

[5] Op. cit., p. 76

[6] Op. cit., p. 87

[7] Op. cit., p. 70

[8] Op. cit., p. 15-16

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