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Filosofía analítica, epistemología naturalizada y feminismo

Ann Garry[1]

Traducción de Ana María Bach

Entre las muchas filósofas feministas norteamericanas entrenadas en la filosofía analítica existe una amplia gama de opiniones acerca del valor de su entrenamiento analítico para su teorizar feminista. Algunas han dicho, en efecto, “Muchas gracias, filósofos analíticos, por mostrarme el valor de escribir claramente, pensar con rigor y fundamentar adecuadamente mis afirmaciones. Sin embargo, los precedentes históricos, las hipótesis, los conceptos y los métodos de la mayor parte de la filosofía analítica están simplemente demasiado sesgados masculinamente para mí como para desear practicar una filosofía feminista en términos analíticos.”[2] En el otro extremo del espectro están quienes se consideran feministas analíticas.

Examinemos el siguiente pasaje de Sally Haslanger:

“Aunque me alarma la sola idea de esta tradición [analítica], y a pesar de ver claramente que hay otras opciones, no estoy resuelta a abandonarla. Primero porque en su mayor parte es para mí hermosa, inspiradora e importante. Me motivan las preguntas, los métodos y algunas de las respuestas, y deseo que la tradición sobreviva. En segundo lugar, porque creo que importa quien lleva adelante la tradición. No deseo que un pequeño grupo de varones blancos privilegiados continúen controlándola, porque quienes la continúen serán aquellos que definan hacia donde se dirigirá. Creo (quizás de una manera extremadamente optimista) que la tradición puede dar lugar a diferentes voces y desarrollarse a través de conflictos internos.” (1992: 113)

1. Por mi parte, me ubico en el medio del espectro citado. Sin embargo no me encuentro cómoda ya que me veo a través del tiempo revisando mi trabajo en busca de imágenes masculinamente sesgadas que me mantienen cautiva (mis disculpas para Wittgenstein, uno de mis misóginos favoritos). Con el propósito de encontrar una nueva manera de pensar la relación entre filosofía feminista y analítica, formulé una serie de preguntas que las feministas podrían exigir a cualquier método filosófico para evaluar su utilidad en el trabajo feminista, y trate de responderlas dentro del campo de la filosofía analítica (Garry, 1995). He incorporado preguntas similares en este ensayo, aunque desviando mi interés de la filosofía analítica en general a la epistemología naturalizada.

Como explicaré luego más específicamente he elegido a la epistemología naturalizada porque un número de filósofas feministas me han convencido de que si había una esperanza para la filosofía analítica, deba ser una "naturalizada". Lo que argumentare en este artículo es que a pesar de que la epistemología naturalizada sea la mejor esperanza para las filósofas feministas analíticas, las filósofas feministas con sentimientos encontrados hacia la filosofía analítica pueden obtener poco alivio de ella, porque las formas más promisorias de epistemología naturalizada han sido las que más se han apartado de la filosofía analítica y niegan muchas de las hipótesis en las que se basa la filosofía analítica. Si esto es así, las feministas con sentimientos encontrados sobre el método necesitaran seleccionar otros fundamentos.

Los pasos que llevan a esa conclusión son los siguientes:

Una breve consideración sobre las hipótesis de la filosofía analítica y la epistemología naturalizada.

La presentación de algunos ejemplos de epistemología naturalizada feminista.

La discusión de las formas en las que las epistemologías naturalizadas feministas responderían a una serie de preguntas diseñadas para probar cuan apropiado es el método filosófico o la epistemología naturalizada para el uso feminista.

 

Conclusiones.

I. Hipótesis sobre la filosofía analítica y la epistemología naturalizada

A pesar de los reclamos en contrario, creo que hay algo identificable como filosofía analítica, aun cuando está haya cambiado significativamente en las últimas décadas. Hilary Putnam ha comentado que si su “antiguo yo de los años cincuenta hubiera sido puesto a dormir y fuera despertado hoy, no reconocería a lo que ahora es llamada filosofía analítica” (Putnam, citado en Borradori, 1994: 58). Sin embargo, cuando los filósofos hoy se consideran a sí mismos analíticos no se identifican simplemente como aquellos a quienes les gusta escribir claramente, analizar el lenguaje y considerar a Russell, Frege et al como sus antecesores; también se sitúan en oposición al estructuralismo, al marxismo y a otros métodos que proceden de Europa del Norte. Esta oposición es en parte frecuentemente alimentada por el deseo de los filósofos analíticos de mantener alguna versión empirista “modera”, entre otras, de la razón, la objetividad y la verdad.

Por supuesto, la filosofía analítica tiene muchas/os críticas/os entre feministas y no feministas por igual. El género de críticas más relevantes para los problemas de este ensayo se refieren a que es demasiado idealizada, separada de la experiencia, hipernormativa, jerárquica, antagónica, individualista, sesgada (aunque disimulada como objetiva), y así sucesivamente. A pesar de que no puedo ni detallar ni corroborar aquí esas críticas, asumo que muchas de ellas son correctas, por lo menos respecto de algunas variedades de la filosofía, analítica. (Y cuanto más uno se separe de la influencia de los positivistas, mejor). Pero debemos recordar también que algunas de las mismas feministas que critican a la tradición analítica, continúan con el uso de métodos filosóficos analíticos y un número menor apoyan, algunos de sus méritos, a la vez que reconocen su androcentrismo y sus sesgos. En realidad, para algunas filósofas feministas, parte del atractivo inicial de la epistemología naturalizada no fue que escribieron sus tesis acerca de Quine, sino que podría ayudarlas a resolver su ambivalencia acerca de la filosofía analítica, porque parecía poder dar respuesta a muchas de las quejas que las filósofas feministas hicieron a la filosofía analítica anterior.

La epistemología naturalizada como la entiendo aquí, tiene como centro la necesidad de responder a la pregunta empírica “¿Cómo hace la gente para llegar a sus creencias?” como parte del proyecto epistemológico de responder como deberían arribar a sus creencias (Komblith, 1994:1). Se supone qua, al menos, algún conocimiento es posible y se pregunta, empíricamente, cómo lo es. De este modo no limito la epistemología naturalizada a una ecuación estrecha o la reducción de la filosofía a la psicología, la ciencia cognitiva o la sociología. En cambio se mantiene el foco tanto sobre el carácter del mundo como sobre quién conoce, en el contexto de un proyecto normativo. Creo que ésta manera de entender a la epistemología naturalizada da lugar tanto a las formulaciones tradicionales como a la feminista.

El debate está planteado en cuanto a la relación entre la epistemología naturalizada y la filosofía analítica: la epistemología naturalizada ¿es parte de la filosofía analítica, considerada en forma amplia, o una “temática sucesora” de la propia epistemología, o es “postanalítica”? Su ubicación precisa respecto de la filosofía analítica interesa no sólo como una evaluación del valor de la epistemología naturalizada para las feministas sino que también importa a aquellas feministas que defienden a la filosofía analítica. Por eso es que luego retomare la relación entre epistemología naturalizada y filosofía analítica. Por ahora advirtamos que muchas feministas (y no feministas) consideran al menos la rama quineana de la epistemología naturalizada como filosofía analítica.

II. Ejemplos de epistemologías naturalizadas feministas

El grupo de epistemólogas naturalizadas feministas que considero en este ensayo comparten algunas críticas (u otras) a la filosofía analítica tradicional y creen que la epistemología naturalizada es o se la puede transformar en "amigablemente feminista". Al grupo de Lynn Hankinson Nelson, Louise Antony y Jane Duran se las llama frecuentemente "quineanas".[3] Senalare muy brevemente sus críticas y estrategias para modificar a la filosofía analítica tradicional y luego pasaré a otros dos ensayos recientes. En el primero Lorraine Code critica a la epistemología naturalizada quineana, argumentando a favor de un modelo ecológico. En el segundo ensayo Elizabeth Anderson afirma que la epistemología feminista en general tendría que ser entendida como una rama naturalizada de la epistemología social.

En ésta incluye a muchas feministas que no se consideraban epistemólogas naturalizadas previamente. Espero que quienes me estén leyendo no se alarmen por la brevedad de mi exposición en los próximos párrafos porque volveré a estas posiciones en todo el ensayo.

Comienzo con las tres “quineanas” porque, entre las feministas tratadas aquí, están más identificadas con la filosofía analítica. Cada una se preocupa por mostrar que las feministas han pasado por alto un recurso importante en Quine u otras epistemologías naturalizadas con el mismo enfoque. Cada una comienza su pensamiento acerca de qué clase de ciencias son las apropiadas para una epistemología naturalizada desde un punto de vista quineano, aunque ninguna pone límites en este aspecto. Ninguna tiene un punto de vista acrítico de la experiencia, y cada una quiere una investigación empírica que explique y de peso a las experiencias de las mujeres. Los tipos de críticas que ofrecen sobre la epistemología analítica tradicional son que generan una falsa neutralidad y que es demasiado abstracta, idealizada, individualista, “hipernormativa” y “estilísticamente agresiva” (las últimas dos expresiones son de Duran, 1991:8). No argumentan que una epistemología con estás características tiene que ser androcéntrica o sesgada genéricamente, sino que en realidad, fue así. Veamos lo que cada una de las tres quineanas propuso para evitar esas características negativas rompiendo así de alguna manera con la tradición analítica, a la par que continúan identificándose con ella en otros aspectos.              

Lynn Hankinson Nelson mantiene al empirismo como teoría de la evidencia “para el que no hay alternativa viable”, pero rechaza tanto los dogmas como el sujeto cognoscente[4] [knower] individual usualmente asociado con el empirismo (Nelson, 1990:9). Nelson cree firmemente que las comunidades, y no los individuos, son los sujetos cognoscentes [knowers] primarios, los agentes epistemológicos primarios. De esta manera mitiga la crítica de que la epistemología analítica se base en el individualismo androcéntrico. Como una de las principales preocupaciones de Nelson es cerrar la brecha entre las que critican la ciencia feminista y las científicas practicantes, ella no se desvía demasiado de la concepción principal de la ciencia.

Jane Duran se centra en superar la abstracción, la idealización y la hipernormatividad de la filosofía analítica tradicional, aunque busque mantener su rigor (Duran 1991). En esto esta totalmente de acuerdo con la atención que presta la epistemología naturalizada a la descripción de los sujetos cognoscentes reales [real knowers] y a su interés por el contexto y los detalles del conocer. A pesar de que Duran valora las formas en las que la epistemología naturalizada presta atención a los aspectos contextuales y relativos del conocer, no rechaza al individuo como sujeto cognoscente primario [primary knower]. Duran, más que Nelson o Antony, atiende a los tipos de experiencias que las mujeres aportan a los intereses epistemológicos.

Nuestra última feminista quineana, Louise Antony, procura librar a la filosofía analítica de su falsa neutralidad. Alaba a la epistemología naturalizada por renunciar a la pretensión de neutralidad y por encontrar formas de dar normas empíricas para distinguir los sesgos buenos de los malos, esto es los sesgos que nos conducen hacia o lejos de la verdad (Antony 1993). De nuestras tres quineanas, Antony es la más firme en retener a la filosofía analítica como una fuente útil para la epistemología feminista.

Lorraine Code propone un tipo diferente de epistemología naturalizada, que contrasta con los enfoques quineanos. En su ensayo “What is Natural about Epistemology Naturalized?” (1996), desarrolla  un modelo ecológico.[5] Crítica con firmeza a los quineanos tradicionales (varones) por su dependencia de los presupuestos positivistas y empiristas, “especialmente porque sólo el conocimiento científico merece atención epistemológica y porque es el único que provee realmente informes explicativos” (Code, 1996:5). La idea del sujeto que conoce [knower] de Code no es la de solucionador de problemas o procesador de información individual artificial de la psicología académica y la ciencias cognitivas, sino que es un sujeto ecológicamente fundado, “maravillosamente corpóreo y fundamentalmente interdependiente, sensible, responsable, creado a partir de la sociabilidad y creador, el/ ella mismo/a, de formas de sociabilidad en las que participa” (Code, 1996:12). Si bien este tipo de sujeto que conoce es obviamente mucho mas complejo y dificultoso de estudiar que el sujeto de laboratorio de la ciencia cognitiva, es efectivamente mas fiel a los seres humanos “naturales” y sin probabilidad alguna (le ser subsumida/o en una visión no plausible de la homogeneidad humana.

La norma de la que Code sostiene las prácticas cognitivas es una “de sustentación recíproca y de prácticas de interrogación crítica de investigación comprometida...Una epistemología modelada ecológicamente evaluara el potencial de las prácticas cognitivas para crear entornos donde la gente pueda vivir bien” (Code, 1996, p. 12). Este modelo usa a las ciencias sociales y naturales “pare determinar como puede asegurarse y aumentarse la supervivencia humana” tanto cuantitativamente como cualitativamente, pero no permite que la ciencia social y natural actúen como las “narrativas dominantes para determinar los proyectos epistemológicos: constituyen importantes recursos para la epistemología, pero no excluyen otros campos, por ejemplo narrativas culturales de prácticas de curación tradicionales de las mujeres (Code, 1996: 12). Tampoco esta permitido a la ciencia natural la licencia ganada sin oposición para intervenir en la naturaleza; en cambio toda evaluación de toda la actividad epistémica —en lo que se refiere a su forma y a su contenido— será “acorde con su éxito en promover comunidades ecológicas de sustentación, comprometidas a fomentar viabilidad ecológica en el mundo 'natural' ” (Code, 1996:14).

Code utiliza un contraste introducido por la física y filosofa Vanid Shiva pare ayudarnos en la comprensión de la diferencia entre la epistemología ecológica y la quineana. La epistemología quineana “delineada a partir del éxito de la ciencia psicológica y física produce una monocultura epistemológica en la filosofía anglo-americana—y sobre los juicios acerca del conocimiento en la vida cotidiana—, cuyas consecuencias suprimen y denigran a las formas del conocimiento que parten de los dictados rigurosos de la manera de hacer, conocimiento científico.” Esta monocultura es análoga a la “monocultura” agrícola de Shiva que usa el principio que dice que “la tierra es mas productiva cuando es cultivada para producir solo una gran cosecha” Lo que sucede es que esta monocultura “opera por reducción y coercitivamente, como un aplanador que agota, de un golpe los recursos de la tierra y la propia confianza de sus habitantes” (Code, 1996:15). La analogía de Code se puede visualizar como sigue: la epistemología analítica, aunque naturalizada, “desnaturaliza” a la naturaleza, no reconoce otras actividades productoras de conocimiento y se rehusa a ver las amplias variaciones humanas y las interconexiones entre los seres humanos.

A medida que Code desarrolla su epistemología, se ve a si misma comprometida en un proyecto de empirismo negociador, utilizando muchas más clases de recursos que las quineanas tuvieron alguna vez en mente. Afirma,

 “Propongo que los 'conocimientos situados' elaborados críticamente a partir de los análisis de las prácticas localizadas institucionalmente, y la epistemología naturalista desviada de su curso científico, cooperan para abrir un camino para epistemologías sucesoras. El proyecto mantiene lealtad hacia un realismo-empírico crítico en compromiso responsable (=confianza en la evidencia) con el mundo social y natural, tanto encontrado como construido... Su propósito es  desarrollar principios normativos y directivos para la negociación de situaciones en las que el conocimiento y la subjetividad están presentadas diferentemente en un terreno epistémico complejo, institucionalmente diseñado.” (Code, 1997:8).

El ambicioso proyecto en curso de Code se ajusta bien a su preocupación de larga data de que las epistemologías explican y justifican el conocimiento cotidiano y no se interesa sólo por la ciencia.                                                                                                                    

Nuestra última autora, Elizabeth Anderson, en su ensayo “Feminist epistemology; An Interpretation and a Defense”, argumenta que la epistemología feminista misma es mejor entendida como una rama de la epistemología social naturalizada (1995). Su posición está dirigida a enfatizar los contrastes con las visiones epistemológicas feministas que incorporan diferencias esenciales o universales entre varones y mujeres o que incluyen un rechazo al empirismo, por ejemplo epistemologías del punto de vista feminista o posmodernistas. Anderson piensa, específicamente, que la epistemología feminista estudia las diferentes influencias de las concepciones construidas socialmente además de las normas de género y de los intereses específicos del género, así como las experiencias en la producción de conocimiento.” (Anderson, p. 54).[6] En su ensayo examina muchos de los trabajos de epistemología realizados por feministas —incluyendo, aquellos que no se Haman a si mismos epistemologías naturalizada— para demostrar como sus trabajos se pueden entender como  empíricos, racionales locales, satisfaciendo su propia caracterización del alcance de la epistemología feminista. Este trabajo se desarrolla tanto eliminando las creencias falsas como en el nivel de la construcción de la teoría. La epistemología feminista debería ser capaz de “legitimar a la ciencia orientada hacia fines feministas [y otros liberadores] y subscribir a la crítica feminista de la ciencia androcéntrica y sexista” (Anderson, p. 56). Ella vislumbra a esta empresa explícitamente política (es decir, cambiando las condiciones sociales de la ciencia) como justificada por valores epistémicos ya sostenidos por los científicos, por ejemplo, la adecuación empírica y la razón.

 Una de las formas en las que Anderson hace que su posición sea plausible as que al principio esclarece cuidadosamente sus parámetros y sus conceptos. En primer lugar esta interesada en el conocimiento teórico (de esta manera sus intereses están más delimitados que los de Code y más parecidos a los de las quineanas). En segundo lugar su noción de empirismo as el de un punto de vista metodológico, no uno que elimina o trata de “reducir” términos sociales, intencionales o evaluativos. Define al empirismo en términos similares a los de Nelson, a saber, “la experiencia provee por último toda la evidencia que tenemos del mundo”, y cree que esta mirada implica que “el descubrimiento de las mejores teorías requiere el más pleno y más libre desarrollo de nuestra imaginación” porque as posible que cualquier cosa sea la causa de cualquier otra. (Anderson, pp. 51, 52).

En tercer lugar, su perspectiva de la racionalidad —“como respaldo reflexivo”— lo abarca todo. La razón as “el poder de cambiar nuestras actitudes, intenciones y practicas en respuesta a la reflexión sobre sus valores” (Anderson p.52). Cuando elabora su idea de racionalidad, Anderson explica el grado en que su punto de vista es “social”. Como Nelson, no piensa que la comunidad sea el sujeto cognoscente [knower] primario. En cambio explica en forma clara lo que Mark Owen Webb solía llamar una “epistemología socializada cooperativa” en la que los individuos necesitan muchas más preguntas para interpretar a la evidencia, dar testimonio, desarrollar herramientas, métodos, o marcos para investigación, etc.[7] Dichas prácticas son sociales y “pueden llevar las marcas de las relaciones sociales de quienes investigan” incluyendo el género. Cada individuo podría ser incapaz de erradicar los sesgos de género personales, pero “si las relaciones sociales de quienes investigan están bien concertadas, entonces los sesgos personales pueden ser controlados y corregidos por los otros” (Anderson, p. 53). En consecuencia, cuando buscamos la racionalidad teórica y la objetividad, deberíamos concentrarnos en la comunidad de investigadores más que en los individuos singulares. Es en este contexto de la racionalidad teórica que Anderson ubica la fuerza normativa de la epistemología naturalizada, un tome que desarrollaremos más adelante.

Anderson es una variación interesante de otras epistemólogas feministas naturalizadas porque es al mismo tiempo más cauta y más atrevida. Es más cauta que Code porque no propone ningún modelo nuevo, limita su ámbito al conocimiento teórico y parece ver su trabajo como dándole forma a lo que otras ya han hecho. Es más atrevida porque sostiene que la epistemología naturalizada social es la mejor forma de entender a la epistemología feminista; es todo lo que las feministas necesitan. Sin argumentar explícitamente contra todas sus oponentes, por ejemplo la teoría del punto de vista feminista o el posmodernismo, incorpora algunos de sus percepciones a su posición.

Por ejemplo, en su ensayo Anderson primero contrasta su aproximación empírica con el rechazo del empirismo de Sandra Harding, pero algunas páginas más adelante cita el mismo trabajo de Harding como ejemplificador del punto de vista que la epistemología feminista es epistemología naturalizada social, presumiblemente presentada coma una teoría del punto de vista feminista (Anderson, pp. 51,53).

También incorpora una típica pregunta del punto de vista feminista —utilizando el lenguaje que la misma Harding usa a menudo— como ejemplo del enfoque empírico: Anderson pregunta, “como cambiarían la historia, la economía o la medicina, si observamos los fundamentos desde una perspectiva de la vida de las mujeres en lugar de la de los varones” (Anderson, p. 54). No estoy diciendo que Anderson está equivocada al tomar a Harding en ambas direcciones, porque Harding si presta atención a más limitaciones que a los puntos fuertes del empirismo feminista, y su versión de la teoría del punto de vista feminista podría llamarse “naturalizada” en un sentido amplio, atenuado por algunos tensiones posmodernas (Harding, 1986, 1991). Sin embargo, pienso que la posición de Anderson sería más fuerte si encarara explícitamente las críticas del empirismo ofrecidas por las teorías del punto de vista feminista y las feministas posmodernas. Porque si desea afirmar que toda la epistemología feminista es empírica, debería ayudar a dividir las formas en que los varios significados de “empirismo” pueden o no resistir el examen feminista. 

III. Las epistemologías naturalizadas ¿son convenientes para el feminismo? Algunas preguntas y respuestas

Volvamos a las preguntas a las que aludí al comienzo de este ensayo. Mi propósito es usarlas para ayudar a determinar si las feministas cuyas posiciones he delineado anteriormente son correctas en su perspectiva de que la epistemología naturalizada es útil para los propósitos feministas.

 1. Los fines y objetivos de la epistemología naturalizada ¿tienden a reforzar los valores corrientes de una sociedad, aun si son opresivos para las mujeres y otros grupos marginados, o permiten la posibilidad de cambio social?

Suponiendo que fuera injusto cargar a la epistemología naturalizada con el peso entero de las metas de la tradición analítica, no veo problemas con el objetivo de la epistemología naturalizada construido libremente, especialmente, para crear mejor epistemología incorporando métodos descriptivos. A menos que una feminista sea una posmodernista que encuentra cuestionable cualquier epistemología, no es posible que los fines típicos de la epistemología naturalizada representen un problema para ella. Es más probable que la dificultad para las feministas radique en el carácter mismo de los métodos descriptivos, comúnmente en los de las ciencias naturales y sociales. Las feministas en esas disciplinas de ninguna manera han desarraigado todo el sexismo y el androcentrismo, a pesar de haber claramente mejoras en la últimas dos décadas. De las filósofas feministas tratadas aquí, Code se concentra muy especialmente en los problemas suscitados a las ciencias por la epistemología naturalizada.

2. Las formas características de formular problemas, cuestiones y teorías de la epistemología naturalizada ¿alienta la inclusión de una amplia variedad de puntos de vista y experiencia de las mujeres?

La respuesta depende de cual sea la epistemología naturalizada que uno tiene en mente. Code piensa explícitamente que su versión abarca muchos tipos de puntos de vista y experiencias de mujeres. Como observamos Code es severamente crítica de la seguridad extrema de los quineanos en las tradicionales ciencias naturales y en la psicología, resaltando la bien documentada exclusión de larga data de las mujeres y la gente de color de los foros de la ciencia. A pesar de que las feministas quineanas también critican a la ciencia tradicional, Code evidentemente no encuentra adecuada su ruptura con la tradición. (Desafortunadamente no hace explícita su crítica a las feministas quineanas). En algunos de los trabajos de Code que no están tratados aquí, considera explícitamente las formas en las que la experiencia de las mujeres debe ser reflejada en la epistemología por medio de la incorporación de relatos concernientes a ellas (por ejemplo, Code, 1989, 1991, 1995).

Anderson, a pesar de centrarse en el conocimiento teórico en una forma en la que Code no lo haría, no se restringe de ningún modo a la ciencia tradicional. En cambio examina los distintos modos en los que las feministas han modificado la formulación de las preguntas científicas y las teorías para hablar desde los puntos de vista e intereses de las diferentes mujeres, que van desde el adiestramiento de animales hasta la economía y la política. Recordemos que el ámbito de Anderson es el del conocimiento teórico empirista construido en general, aun cuando no se centre en la vida cotidiana como lo hace Code.

Pensando en las feministas en forma general, considero que aplaudirían algunas de las ideas tomadas de la epistemología naturalizada, especialmente en sus formas “sociales”: la atención a los detalles acerca de los sujetos que conocen, acerca de los contextos del conocimiento y acerca de las presiones política y social sobre quienes conocen [knowers]. A pesar de que hay mucho por hacer para que las mujeres sean incluidas, la epistemología naturalizada ha sido un buen punto de partida.

En los ensayos que trato en este artículo ninguno tiene en cuenta a la experiencia como centro de su análisis. En cambio, usan simplemente el concepto o lo tratan brevemente al pasar. Sin embargo, creo que todas las autoras deberían, en variados grados, aceptar el tipo de análisis reflexivo que Joan Scott ofrece en su importante ensayo “Experience” (1992).

3. Los conceptos centrales e hipótesis de la epistemología naturalizada ¿están genéricamente sesgados no sólo en su origen sino en lo profundo y constante de sus formas?

En primer término, independientemente de que veamos si toda la epistemología naturalizada se ajusta a la “filosofía analítica”, debemos reconocer que la filosofía analítica con sus precedentes europeos modernos, es la base a partir de la cual la epistemología naturalizada se desarrollo. Code y muchas otras filósofas feministas nos han alertado sobre los prejuicios y el androcentrismo de la filosofía occidental moderna. Code también nos advierte que debemos prestar atención específicamente al empirismo estrecho y a las hipótesis positivistas que la epistemología naturalizada quineana alberga. Y, por supuesto, los conceptos centrales y las hipótesis de las ciencias sobre las que descansa la epistemología naturalizada no están menos sesgadas que lo que están aquellas de la filosofía. Sin embargo, habiendo tomado debidamente nota de estas críticas, la epistemología naturalizada está todavía en una mejor posición para deshacerse de los prejuicios acerca del género que la mayor parte de la filosofía. La estrategia de Anderson es una de las que nos pueden hacer sentir más cómodas en este respecto (a pesar de que Nelson y Antony argumentan a menudo en líneas similares). Recordemos que Anderson quiere luchar cara a cara, en este caso pelea por afirmaciones e hipótesis empíricas sexistas o androcéntricas con afirmaciones e hipótesis empíricas mejores. El campo de juego, aunque todavía no este nivelado, es un sólo campo. Esto significa un progreso. Por ejemplo, las hipótesis sesgadas y los conceptos de los primitivos estudios androcéntricos, se reconocen, analizan y modifican, siempre teniendo en cuenta la adecuación empírica (aunque me apresuro a agregar que las feministas deben examinar a fondo la noción de adecuación empírica en si misma).

Sin embargo una/o se pregunta cuando cambian los conceptos mismos. Anderson escribe; en la medida en que pueden hacerlo. Propone definiciones de racionalidad y empirismo entre otras, como si no hubiera problema en sustituir el significado de los conceptos. Por supuesto no es tan simple, y estoy segura que ella lo admite. Conceptos centrales tales como razón, experiencia, hecho —aunque no los podamos dejar de la de consistentemente— contienen un residuo simbólico poderoso que se desliza en nuestro pensamiento aún cuando los redefinamos (ver Rooney, 1991, 1994; Lloyd, 1984, 1993; Scott, 1992; Code, 1989, 1991, 1995, 1997). Este significa que debemos vigilar extremadamente para no reincidir, por ejemplo, en un concepto de objetividad que denigre a las emociones o alguna otra cosa que esta negativamente asociada a las mujeres.

4. Las estrategias de la epistemología naturalizada para responder preguntas, resolver problemas y sustentar teorías ¿son compatibles con el amplio conjunto de estilos de aprendizaje, justificación y toma de decisiones tanto de varones como de mujeres?

Esta pregunta se dirige a la cuestión de las supuestas diferencias cognitivas entre mujeres y varones y la tendencia de las tradiciones filosóficas de “pensar como un hombre”. No estoy tomando la posición de que hay fundamentales y penetrantes diferencias de genera; en realidad, dudo que las haya. Sin embargo, hay variedades individuales enormes entre los seres humanos en la manera en que aprendemos más fácilmente (visual o auditiva, concrete o abstracta, etc.), y en la forma en la que tomamos y justificamos nuestras decisiones. Cualquier epistemología plausible debería hacer justicia a la rica variedad de estilos cognitivos humanos. Es claro que la epistemología naturalizada es mucho mejor en este campo que la filosofía analítica tradicional con su sujeto que conoce [knower] abstracto e idealizado, con una voz separada del cuerpo. Recordemos que Duran encuentra que la atención sobre los sujetos que conocen [knowers] concretos es una de las fortalezas de la epistemología naturalizada. Al mismo tiempo, Code nos recuerda que las estrategias de la ciencia cognitiva son frecuentemente justo las sesgadas masculinamente como las de la filosofía analítica. Por supuesto, lo central del modelo ecológico de Code y de muchas de las autoras citadas por Anderson es prestar atención a las variaciones reales entre los seres humanos, tanto como objetos de estudio como en investigadores/as.

5. ¿Admite la epistemología naturalizada que distintos tipos de personas, especialmente mujeres y otros que han sido subordinados dejados a1 margen en la academia, sean reconocidos como autoridades?

Esta pregunta apunta a mostrar la diferencia entre las teorías del punto de vista feminista y la epistemología naturalizada. La epistemología naturalizada tradicional, a pesar de prestar atención a las experiencias de los sujetos que conocen reales, deja poco espacio a académicas/os no tradicionales o a temas experimentales no tradicionales, y menor interés a experiencias que no son categorizadas fácilmente como “experimentales”. Por supuesto es bueno que la epistemología naturalizada requiera que quien experimenta, la ciencia misma y los temas experimentales sean sometidos al mismo tipo de pruebas. Pero de esto no se deduce ningún avance en admitir las clases de experiencias cognitivas (o cualquier otra cosa) a quienes tratan fuera de la autoridad académica tradicional. Cualquier progreso en este sentido debe ser hecho por las feministas mismas, sin ayuda de la epistemología.

En contraste, las teorías del punto de vista feminista, diseñadas a partir de un marco hegeliano o marxista, están por lo menos un paso adelante de la epistemología naturalizada. Es fácil de interpretar equivocadamente la teoría del punto de vista feminista; como ha sido recientemente caracterizada, no le otorga a las mujeres o a las feministas privilegios epistémicos garantizados, pero si recomienda comenzar a inquirir acerca de las vidas de las (muy diferentes) mujeres como un modo de teorizar de una manera diferente (ver Harding, 1991). Entonces a pesar que las teorías del punto de vista feminista no garantizan autoridad a las mujeres u otras personas marginadas, su estructura teórica permite a la epistemología ayudar al progreso más que entorpecerlo.[8]

La epistemología naturalizada ¿ayuda a reveler el papal que el género, la política, el poder y el contexto social juegan tanto en la filosofía como en otras facetas de la vida?

Nuevamente la respuesta depende de la versión a la que atendamos, a pesar que Codas representan un mejoramiento respecto de la epistemología analítica tradicional. La ramas de la ciencia cognitiva quineana al principio podría no parecer útil, pero puede serlo por parte de feministas tales como Antony, Duran y Nelson. Por ejemplo, Antony se centre en las formas en las cuales la epistemología naturalizada puede distinguir entre mejores o peores prejuicios. Nelson, en un ensayo reciente en Synthese, explica detalladamente algunas formas en las que su enfoque puede destacar al genero en una filosofía naturalizada de la ciencia (Nelson, 1995). La epistemología social de Anderson y el modelo ecológico de Code tienen una plausibilidad inicial más obvia porque ambos parecen diseñados para comprender estos factores. El ecosistema de Code es, ante todo, un ecosistema social. La supervivencia y el florecimiento de aquellos depende en este ecosistema de una adecuada comprensión de las historian naturales y sociales de cada uno, incluyendo su relaci6n con el poder. Anderson, por supuesto, ubica el coraz6n de la epistemología feminista de lleno en esa arena. Su apreciación de las diferentes formas empíricas en las que las feministas presentan el género y el poder en una gran cantidad de contextos teóricos, apoya todo esto. Además debemos recordar que hay una vasta bibliografía sobre la epistemología naturalizada no feminista relacionada directamente a estos temas: los estudios sociales de ciencia y epistemología social (ver por ejemplo en la bibliografía Schmitt, 1994). 

La epistemología naturalizada ¿proporciona suelos adecuados para evaluar a las investigaciones can motivaciones feministas y al conocimiento producido, y para juzgar el progreso en las políticas feministas?

Dos preguntas diferentes, cada una con su propia motivación, deben ser formuladas aquí. La primera y más fundamental, es la pregunta acerca de si la epistemología naturalizada as suficientemente normativa para los propósitos feministas (o cualquier otro). La segunda es si la epistemología naturalizada es especialmente conveniente para ayudar y evaluar a la investigación feminista.

Debido a que la pregunta por el status normativo de la epistemología naturalizada es en general tan controvertida, estrechemos la cuestión trabajando con la motivación feminista para buscar una epistemología normativa. Algunas filósofas feministas se preocupan por que la deconstrucción de la justificación y la verdad del posmodernismo debilitan la fuerza de las afirmaciones, los argumentos y las teorías feministas. Buscan una epistemología que les permita justificar sus afirmaciones acerca de que la mujer ha sido injustamente tratada o de que muchos aspectos de la disciplina económica han sido androcéntricos. Desean ser capaces de justificar con pruebas su punto de vista de que los prejuicios sexistas conducen a falsedades. Uno de los atractivos de la filosofía analítica es su normatividad, (a pesar de que la misma normatividad as también considerada excesiva por las feministas); la filosofía analítica estar basada en conceptos que consideran la justificación, la racionalidad, la verdad, etc. La pregunta as si el énfasis descriptivo de la epistemología naturalizada llega tan lejos como para subvertir la fuerza de la filosofía analítica en estos temas. Las epistemólogas naturalizadas feministas (junto a otras epistemólogas naturalizadas) no piensan así.

Las epistemólogas naturalizadas feministas son más conscientes que otras epistemólogas naturalizadas de que sus teorías son consideradas vulnerables en el área de la normatividad. Las feministas tienden a dirigirse de lleno a la pregunta normativa, proponiendo criterios normativos aun cuando apenas comienzan a desarrollar sus teorías. Por ejemplo Code propene el acrecentamiento de la supervivencia ecológica como criterio normativo; Anderson usa a la racionalidad como “respaldo reflexivo”. Una mere propuesta de un criterio no garantiza obviamente éxito normativo, pare las feministas quizás tienen una ventaja de la que carecen sus colegas no feministas: es probable que las feministas no sean tentadas en absoluto por versiones eliminadoras o reductivistas de la epistemología naturalizada, porque tienen razones independientes (políticas y filosóficas) para no encontrarlas atractivas. En cualquier caso, las feministas no están en peor situaci6n, normativamente hablando, que las epistemólogas naturalizadas no feministas, a pesar de que determinados oponentes bien puedan no estar satisfechos por ninguna clasificación de los criterios naturalizados para la justificación o la racionalidad. Y en cuanto a la motivación feminista de plantear la pregunta de bases adecuadas —el temor de que la deconstrucción posmoderna deja a las feministas sin recursos epistemológicos— la epistemología naturalizada es resistente. Sin ninguna duda le sirve al feminismo mejor que sus competidoras posmodernas.

La segunda pregunta concerniente a los fundamentos adecuados es si la epistemología naturalizada conviene especialmente para asistir y evaluar la investigación feminista. Esta pregunta es particularmente importante para las feministas que consideran que una de las motivaciones tempranas mayores para la epistemología feminista fue que no había forma de evaluar adecuadamente la investigación feminista entre las epistemologías tradicionales. Si Anderson está en lo cierto acerca de que las afirmaciones de conocimiento feminista y las teorías son siempre empíricas, entonces la epistemología naturalizada —cuando está construida en forma suficientemente amplias una epistemología muy apropiada. Si está equivocada, debemos examinar más ampliamente. Mientras tanto no deberíamos esperar que la epistemología naturalizada lo hiciera todo: no deberíamos atender a ella para hallar nuevas visiones o perspicacias políticas; para esto es que necesitamos a las filósofas feministas.

8. Los criterios de la epistemología naturalizada para determinar el éxito o el fracaso ¿son apropiados para las metas feministas? La epistemología naturalizada expande los parámetros típicos de éxito de la filosofía analítica —por ejemplo, la producción de teorías buenas, o si se prefiere, útiles o verdaderas— según la elaboración, a la vez, de criterios empíricos críticos. Las feministas pueden usar estos criterios empíricos siempre que atiendan al androcentrismo y al sexismo que contienen; además sería necesario que los propios criterios feministas fueran más allá de lo científico tradicional para incluir reflexiones adecuadas sobre las experiencias de una vasta diversidad de mujeres (y cuando sea posible, a la vez, la de los varones). Pero, en general, la adecuación empírica ampliamente construida, a la Anderson, encaja muy bien con el feminismo. Un criterio adicional de éxito compartido por las feministas y las epistemólogas naturalizadas es un incremento en una interacción fructífera entre quienes hacen ciencias naturales o sociales y quienes hacen filosofía.

IV. Conclusiones

Al comienzo de este ensayo anuncie que argumentaría que a pesar de que la epistemología naturalizada es la mejor perspectiva para una filosofa feminista que desea mantener alguna forma del método analítico, esta no soluciona los sentimientos encontrados que tienen las feministas acerca de la filosofía analítica. Mi intento en las secciones II y III fue ofrecer suficientes razones para convencer al lector/a que la epistemología naturalizada es promisoria para la posición feminista (aún si necesitara continua vigilancia para erradicar el androcentrismo y otras formas de prejuicios que continúan emergiendo, tanto en la filosofía como en las otras disciplinas comprometidas). Ahora deseo explicar por que las feministas con sentimientos encontrados acerca de la filosofía analítica no pueden contar con la epistemología naturalizada para resolver sus conflictos.

Una manera de comenzar a pensar acerca del problema de “sentimientos encontrados” es notar que es al mismo tiempo apropiado y confuso el que la “epistemología naturalizada” sea usada para cubrir una amplia gama de perspectivas. Cuando quienes están familiarizados con el trabajo proveniente de la tradición analítica escuchan “epistemología naturalizada”, imágenes de Quine o de la ciencia cognitiva probablemente irrumpan en sus mentes. Al mismo tiempo, es totalmente apropiado usar “epistemología naturalizada para un modelo ecológico tal como el de Code o para una amplia gama de perspectivas feministas tales como las que describe Anderson. Simplemente hay que proceder con cautela para no establecer inferencias incorrectas entre las varias camas del naturalismo. Consideremos las pocas feministas que hemos tratado aquí. A pesar que sus diferencias son más estrechas que la total extensión de las epistemólogas naturalizadas (en parte porque las feministas desean incluir factores sociales y no están inclinadas al reductivismo), se extienden desde las mujeres que procuran rehabilitar el naturalismo quineano hasta otras —Anderson y Code— que incluyen mucho más que la filosofía analítica en la esfera de acción de la epistemología naturalizada.

La dificultad para las feministas que esperan que la epistemología naturalizada sea capaz de solucionar sus sentimientos encontrados acerca de la filosofía analítica es que muchos métodos filosóficos pueden ser naturalizados. Así hay que considerar donde deberían estar los límites entre la epistemología naturalizada analítica y otros enfoques naturalísticos. Es tentador sugerir que “la distancia desde Quine” o “el grado en el cual a Quine le disgustaría” debería trazar la línea que determine si una epistemología naturalizada cae dentro de la filosofía analítica. En cambio, propondría encarar la pregunta directamente: debemos preguntar si cualquier tipo particular de epistemología naturalizada puede ser entendida o sostenida igualmente bien, o mejor, por otro enfoque filosófico (por ejemplo, la teoría del punto de vista feminista, el pragmatismo o el postestructuraIismo) más que por la filosofía analítica. Si puede, entonces no hay una buena razón para pensar a esa forma de epistemología naturalizada como analítica.

Esta estrategia es ventajosa. Si reconocemos que alguno de los diferentes métodos filosóficos puede “naturalizarse” incorporando trabajo empírico, entonces no hay necesidad de expandir o estrechar los limites ni de la epistemología naturalizada ni de la filosofía analítica con el fin de dar cabida a la naturalización. Tal aproximación nos permitiría centrarnos en las características del naturalismo de los filósofos sin distorsionar sus metodologías al exigirles entrar en un molde analítico. Consideremos un obvio ejemplo de naturalismo no analítico, Michel Foucault; su filosofía “naturalizada” esta fundamentada en el postestructuralismo, no por métodos enfoque tiene también otras ventajas; por ejemplo, podría permitir a Lorraine Code, Sandra Harding o Evelyn Fox Keller elegir si quieren llamarse “analíticas” a pesar de que Anderson caracterizó a sus trabajos como epistemología naturalizada. Por supuesto, nada de esto impiden que las epistemólogas naturalizadas que mantienen hipótesis y conceptos analíticos centrales, llamen a su trabajo filosofía analítica.

Desafortunadamente esta estrategia ofrece poca ayuda a nuestras epistemólogas analíticas con sentimientos encontrados acerca de la filosofía analítica. Las deja con la necesidad de encarar su intranquilidad metodológica en sus propios términos. Deben preguntarse que motiva su interés por la epistemología naturalizada y que tienen que ver con los métodos e hipótesis analíticas. Pienso que es poco probable que una feminista fuera compelida a cualquier método particular por su interés en la epistemología naturalizada. En cambio, tratara probablemente de naturalizar el método filosófico con el que se siente cómoda (o por lo menos, menos incomoda). Podrá trabajar bien tanto dentro como fuera de la tradición mientras continua criticándola. En resumen, otros compromisos feministas tienen más probabilidad de determinar su elección del método más que su interés en la epistemología naturalizada. De esta manera, si nuestra feminista con sentimientos encontrados es una empirista que desea que sus creencias cotidianas y filosóficas tengan coherencia entre si, se siente cómoda con el estilo de escritura analítica y manteniendo muchos de los compromisos conceptuales de la filosofía analítica (por ejemplo racionalidad y verdad, entre otros), entonces podrá elaborar una versión apropiada de la epistemología naturalizada y llamarse filosofa analítica.

Por otra parte, nuestra feminista tiene la posibilidad de evaluar in situación de manera diferente. Preocupada por los métodos analíticos al mismo tiempo que reconoce su influencia continua sobre ella, sería posible que no se sienta limitada en la exploración de una amplia gama de enfoques naturalistas, especialmente si su presentimiento es que las estrategias más promisorias son las más alejadas de la filosofía analítica. Si así sucede, no puede en forma realista esperar encontrar respuestas metodológicas en el naturalismo, ya que muchos métodos pueden ser naturalizados. En cambio tendrá que encontrar otros campos para decidir que aceptar y que rechazar de la filosofía analítica, aun cuando en esta decisión continúe hallando dificultad. Nuestra renuencia a inducir a tomar tal decisión tiene la posibilidad de explicar porque encontramos, entre feministas y no feministas, una tendencia creciente a agregar prefijos a los métodos filosóficos tradicionales. Por ejemplo, filósofos que desean salpicar un poco de posmodernismo en sus viejos métodos, ahora se llaman “neopragmatistas” o filósofos “postanalíticos”.

 No se puede evitar plantear, al menos en Norteamérica, la analogía entre quienes fueron formados en la filosofía analítica y los formados en la filosofía católica romana. A quienes fueron católicos les gusta usar una gama de términos que describe la influencia continua del catolicismo en sus vidas a pesar de su carencia de creencias personales, “cultural Catholic”, “lapsed Catholic” y aun “Recovering Catholic”[9]. Quizás las filósofas analíticas, especialmente las feministas, están necesitando una gama similar de términos.[10] 

Bibliografía

 

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[1] N.T. Agradezco las valiosas sugerencias de Ricardo Gómez para una mejor interpretación del pensamiento de Ann Garry.

[2] Hasta donde yo conozco nadie fue realmente tan sucinto. Alison Jagger, Lorraine Code, y Sandra Harding, Joyce Trebilcot, y Marilyn Frye están entre las filosofas feministas norteamericanas entrenadas analíticamente, más generalmente asociadas con este extremo del espectro. Nancy Holland argumenta a favor de este punto de vista largamente y en forma explícita (1990).

[3] A pesar de tratar a las epistemólogas naturalizadas feministas Nelson, Duran y Antony como un grupo, hay entre ellas diferencias significativas. Por ejemplo Duran toma como su punto de partida a Alvin Goldman y a Hilary Kornblit más que a Quine mismo. Se pueden explorar algunas de sus diferencias en los trabajos citados en la bibliografía, por ejemplo Duran, 1991; Antony, 1993, 1995; Nelson 1990, 1995, 1996.

[4]N.T. A  pesar de que habitualmente se traduce knower por conocedor, como forma de evitar el lenguaje sexista he intentado buscar en cada caso un término neutro.

[5] Aunque explicó la posición de Code primordialmente en los términos de su ensayo de 1996, también trata a la epistemología naturalizada en algunos capítulos de Rhetorical Spaces (1995) y ú1timamente desarrolla su posición, más aun, en un ensayo no publicado, “Statements of Fact: Whose ? Where ? When ?” (1997)

 

[6] Aunque no todas las epistemólogas feministas adherirían a la caracterización de Anderson acerca del campo, es, no obstante, útil para las no especialistas. Provee algunos focos sobre las formas en las que las motivaciones feministas pueden perfilar teorías del conocimiento.

[7] Las diferentes variantes de las epistemologías socializadas están explicadas claramente no sólo en Webb, 1995, sino también en los ensayos de Smith, 1994.

[8] Es interesante considerar si Anderson aceptaría el contraste que estoy trazando entre la teoría del punto de vista feminista y la epistemología naturalizada, porque ella parece incluir a la primera en la segunda. Pienso que no tendría dificultad con el contraste entre epistemología naturalizada tradicional y la teoría del punto de vista feminista, porque construye una epistemología naturalizada más amplía que la de la tradición analítica. He señalado antes que Anderson parece vacilar acerca de la teoría del punto de vista feminista, pero, después de todo, es una teoría empíricamente basada, y esto parece importarle más que la “naturalización”.

 

[9] N.T. Como no conozco en Argentina movimientos equivalentes, he mantenido el original suponiendo que no se pierde el sentido de la analogía planteada por la autora.

 

[10] Me he beneficiado por los comentarios realizados por mis colegas de la California State University, Los Ángeles, y por quienes participaron en las discusiones de otra versión de este ensayo, “Epistemology: Feminist and Naturalized” presentado en el Tercer Coloquio Bariloche de Filosofía y discutido también en SADAF, en la Universidad Nacional de Mar del Plata y en la Universidad Nacional de La Plata

 

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