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Nostalgias de utopía

Martha Rodríguez Bustamante

 

Es tal vez notoria una clasificación creciente, y desde mas de una perspectiva, de la noción de utopía en la escena contemporánea.

Podríamos mencionar las posiciones de pensadores posmodernos como Lyotard y Deleuze, quienes, por diversas razones, coinciden en denunciar las utopías como expresiones de una nueva religiosidad,la divinización de to humano, abstractamente universalizantes y despreciadoras de la multiformidad del presente. Podríamos señalar también los acontecimientos y transformaciones histórico-sociales que, de algún modo, constituyen el referente de dichas teorías y repercuten en la experiencia y el sentimiento colectivos: el derrumbe de los regímenes socialistas y los ideales emancipatorios para muchos asociados a ellos. Sin olvidar un señalamiento mas antiguo: la aporía utópica implícita en el hecho de tener, en cierto sentido, carácter revolucionario, en tanto su critica del orden existente propicia su cancelación, y al mismo tiempo, clausurar toda posibilidad revolucionaria Este proceso de descalificaron no puede sino implicar en el a las corrientes feministas contemporáneas, al menos en manta a la necesidad de examimar el alcance y valor que la utopía tiene desde sus perspectivas.

 

Es cierto que, en el transcurso de este proceso, se han explorado y puesto de manifiesto una complejidad de aspectos y problemas.[1] Ya en las obras de Bloch y de Mannheim se propone un concepto ampliado de utopía, no circunscripto al genera de la novela utópica. Así, Mannheim ye en ella una “estructura de la conciencia moderna”.[2] También tiene en cuenta el género literario la diferencia entre utopía filosófica y utopías de las clases populares, como la del “país de la abundancia”, corrientes entre los campesinos en el periodo de transición entre la Edad Media y el Renacimiento. Desde el punto de vista de los análisis de contenidos de las construcciones utópicas, a partir del examen que hace Marcuse, en El fin de la utopía, sobre el tópico de la irrealizabilidad, se diferencia entre utopías absolutas y relativas. son absolutas aquellas cuyos contenidos y propuestas están en contradicción con leyes científicas (“país de la abundancia”, “país de la eterna juventud”); y relativas las que dependen de condiciones objetivas y subjetivas inexistentes en un periodo histórico determinado, y que pueden ser consideradas, por los defensores del statu quo, irrealizables en cualquier otro.[3] Desde el mismo punto de vista acerca de los contenidos, es posible hacer la distinción entre las representaciones de un orden inexistente pero mejor que el actual y las de un orden diferente del existente con rasgos rechazables (utopías negativas). Por eso, tal vez haya que explicitar ahora, ante todo de que componentes utópicos estamos tratando y desde que perspectiva. Desde la perspectiva posmoderna, el carácter prescriptivo y universalizante de la utopías encierra y oculta un afán de dominación, el valor ejemplar de sus propuestas una consecuente devaluación y nivelación de lo presente y su multiforme variedad. Desde las corrientes feministas, se añaden otras dificultades: la cuestión del sujeto discursivo del utopismo feminista y la de las implicaciones ideológicas patriarcalistas que el genero literario encierra; a lo que se suma, en el caso de las corrientes influidas por el posmodernismo o cercanas a el, una desconfianza radical hacia los moldes lógico-ontológicos y lingüísticos con que estaría entrampada toda construcción teórica.

Desde el punto de vista que nos interesa aquí, que es el de elaboración de una teoría de genero, pareciera que las pensadoras feministas se encuentran, en el momento actual, ante la disyuntiva de convalidar el presente, con todo lo que de insatisfactorio comporta, abandonando la construcción del pensamiento utópico, o bien promover una critica de lo existente y avanzar en la dirección utópica, a riesgo de quedar atrapadas en las dificultades señaladas.[4]

Contemporary Feminist Utopianism, de la socióloga norteamericana Lucy Sargisson,[5]constituye un intento) de encontrar una salida al problema. Nos proponemos llevar a cabo aquí un análisis de su visión acerca de la cuestión, tanto como de su respuesta a ella. Intentaremos señalar cuales son las cuestiones que, a nuestro juicio, no encuentran una resolución satisfactoria en su tratamiento del problema.

 

De la noción tradicional de utopía y las corrientes feministas utópicas. Hacia una nueva visión

Tal vez la mayor parte de las dificultades que la noción de utopía encierra para el pensamiento contemporáneo tienen su raíz en un uso corriente poco preciso y, por añadidura, inadecuado a la hora de dar cuenta de algunos de los mayores exponentes de la tradición utópica. Sargisson, en efecto, encuentra que esta concepcion corriente de la cual son rasgos constitutivos el carácter idealmente perfecto del sistema social y político representando, su conclusividad y su función de programa o conjunto de lineamientos para la acción — no es aplicable a las visiones de Tomas Moro o de William Morris.[6] En todo caso, parece que dicha noción se ha desgastado y es innecesariamente restrictiva. Según Sargisson, esto afecta particularmente a las producciones feministas contemporáneas. El propósito de la autora es, pues, elaborar una nueva concepción de utopía, mas apta para comprender las diversas manifestaciones del pensamiento utópico feminista. Sargisson introduce una distinción entre "pensamiento utópico" y utopía como género literario, en la que están presentes ya los rasgos de esta nueva noción. En efecto, considerara "pensamiento utópico" a aquel que ofrezca una critica del momento presente, que tenga función transformadora y carácter imaginativo (en el sentido, propuesto por Northrop Frye, de "construcción hipotética tal como las de las literatura o matemática",[7] mas bien que imaginario. Al derribar los límites impuestos por la tradición, la nueva noción da cabida a la amplia variedad de géneros  literarios (acción, ciencia acción, poesía, ensayo, teoría) y de direcciones de pensamiento en que se manifiesta el feminismo en la actualidad. Retomando una distinción que pertenece a Ruth Levitas,8[8] Sargisson tendra en cuenta, no solo la forma y los contenidos de una obra, sino también y en especial su funcion, para determinar su carácter utópico. Pero, además, procurara ampliar el concepto de utopía a traves de una negacion de varias propiedades —perfección, conclusividad e inmovilismo , tradicionalmente asociadas a el, y que están en la raíz de la aporía señalada al comienzo. Resabios del binarismo metafísico, estos rasgos implican un telos y descalifican el devenir. Constituyen, según la autora que comentamos, las huellas de la inscripción de la utopía en su sentido corriente, en el dualismo del pensamiento occidental patriarcalista.

 

Por otra parte, es significativa la interpretación de Sargisson con respecto a la función transformadora del pensamiento utópico, si tenemos en cuenta su propósito de elaborar una noción de utopía compatible con la producción feminista contemporánea. ¿Cual es el ámbito y alcance de la transformación operada por el pensamiento utópico? Entender como Mannheim lo hace que su función es producir cambios de “proporciones revolucionarias”,[9] es para Sargisson, confundir utopía y revolución y “claramente problemático”. La transformación que se espera de la utopía ocurre en el ámbito de la conciencia: el efecto de distanciamiento en relación con lo existente implica eludir el orden oposicional binario y situarse en un horizonte de pensamiento plural, multiforme, como son multiformes y diversas las representaciones feministas de las alternativas al statu quo en la actualidad (p. 57). Seria engañoso entender como transformación la mera revisión de las jerarquías conceptuales tradicionales (esta vez desde el punto de vista de los intereses y expectativas de las mujeres), para operar mecánicas inversiones y mantener intacta la fuerza de represión y control ejercida por los dualismos subyacentes: materia/espíritu, cuerpo/mente, si mismo/otro. Se trata mas Bien, del logro de los esfuerzos múltiples, a menudo divergentes, hacia la transgresión permanente de tales oposiciones. A tal fin, prácticas de la escritura feminista, tácticas utópicas del "extrañamiento" abren sendas no transitadas, lejos de los caminos trillados por el andrologocentrismo. Es evidente que el feminismo de los noventa rechaza el carácter nominativo de las construcciones utópicas.

Y aún otra cuestión en torno a la utopía en relación con el feminismmo: cual es, o mas Bien, cuales son los sujetos productores del “pensamiento utópico”. Tal vez sea esta la pregunta que exige una respuesta mes compleja, porque nos lleva al interior del debate del feminismo actual, en torno a la alternativa igualdad/diferencia. Atañe a la cuestión del estatuto y legitimidad atribuibles a las mujeres como productoras de discursos utópicos. Ese lugar discursivo que se enuncia a través del “yo, como mujer...” ¿Remite acaso a una esencia, al viejo estilo metafísico? ¿Encubre necesariamente otras especificadas, otras perspectivas, al modo en que el androcentrismo lo hace? Frente a estos interrogantes, Sargisson coincide con Rosi Braidotti en sostener la legitimidad del “yo, mujer...” discursivo sin implicancias metafísicas, y en defender la heterogeneidad de las propuestas utópicas feministas.

 

Las nuevas fronteras de Utopía

En lo que antecede, hemos intentado seguir el contorno de la propuesta de Sargisson, en su tratamiento de las posibilidades y características de la utopía en el interior del feminismo contemporáneo. Lo que sigue son nuestras reflexiones acerca de ello.

Ante todo, prestamos atención al surgimiento de la utopía. Aunque no hay unanimidad (bueno, ¡Tal vez habría que alegrarse por ello!), si hay bastante coincidencia en situar este origen en los comienzos de la modernidad. Se ha destacado que, en dicho horizonte, las utopías fueron funcionales en el sentido de criticar determinados emergentes de los procesos históricos, describir fenómenos e identificar sus causas.[10] También se ha señalado ─si bien Sargisson no lo trata─ el rasgo de anacronismo o regresividad de tales construcciones.[11] Frente a los males del presente, las propiedades y valores del pasado idealizado configuran el modelo de un mundo sin fallas. “Es esencial para el imaginario moderno que proyecte hacia adelante su legitimidad fundiéndola en un origen remoto”, subraya Lyotard.[12] Este rasgo regresivo, al igual que otros componentes de la noción tradicional, histórica, esta ausente en el feminismo contemporáneo. prácticamente no hay obra, dentro del amplio espectro de producciones analizado por Sargisson, en que aparezcan; y si lo hace,[13] es mediado por la mirada irónica de su autora, como eco de otros discursos, y presentado por ella con las peculiaridades de una utopía negativa (dystopia). La fantasía del matriarcado no parece seducir a las mujeres, salvo como objeto ocasional de burla y descalificación. Observamos, por otra parte que, antes que de una definición, en la obra de Sargisson se trata de describir o enumerar un haz de características presentes a lo largo de una producción numerosa y diversa.

En esto, la autora es consecuente con su propósito de eludir la definición, en lo que ─en general, y no solo con respecto a la noción de utopía─ tiene de restrictivo y excluyente (p. 14). Sin embargo, podemos preguntarnos: por qué aplicar la denominación de utópica a esta diversidad de pensamiento que, a lo sumo, coincide en la tentativa de transgredir los limites conceptuales tradicionales y, en algunos casos, los límites conceptuales sin más? Puede ser calificado este rasgo como utópico? Esta última pregunta deberá quedar sin respuesta, porque el abandono de la noción histórica de utopía nos veda un criterio; y la constante invitación a traspasar los límites de los géneros discursivos nos niega otro. Querer ver en las diferentes corrientes feministas contemporáneas, como Sargisson lo hace otras tantas manifestaciones utópicas es, tal vez, plantear una cuestión de palabras.

Se podría objetar que, en realidad, Sargisson presente o admite un criterio del término; el criterio funcional, el privilegio de la función sobre el contenido y la forma de las obras consideradas utópicas. Así, habría que considerar utópico todo texto que transgrede los limites conceptuales tradicionales y “abre” las oposiciones en una pluralidad de direcciones. Pero, entonces, ¿no estaría incurriendo la autora en lo mismo que critica a Mannheim: asimilar la obra utópica a sus efectos (p. 48)? A partir de estos interrogantes, hacen también la reflexión de que la eficacia de los discursos tal vez no pueda ser separada tan fácilmente de sus rasgos estructurales y de sus contenidos.

Si la fuerza transformadora de las utopías todavía nos deslumbra en un tiempo en que ya no seducen las soluciones permanentes y universales a los problemas diversos y puntuales, quizás habría que explorar los diversos amitos en los que tienen lugar las transformaciones escritura, pero también expenencia, subjetividad, practicas sociales y su articulación. Entrever posibilidades hasta el presente inimaginables implica, sin duda, la transformación de uno de estos espacios. Examinar como se vincula con los restantes, en la multiplicidad de formas cotidianas individuales y sociales la oposición a lo “inevitable” tal vez nos coloque en una situación mejor para comprender y ejercer aquella fuerza transformadora que incoar su nombre. Ni este esfuerzo ni sus resultados, aspirarían a la denominación de utópicos.



[1] Ver Diccionario de política, dirigido por Norberto Bobbio y N. Mateucci, Siglo XXI, México, 1986, vol. 2, pp. 16614670.

[2] Mannheim, Karl, Ideologia y utopía, citado por N Bobbin, N. Mateucci, Diccionario de política, vol.  2, p. 1662.

[3] Mannheim, Karl, op cit. En N. Bobbio, N. Mateucci, op. cit., p. 1662.

[4] Benhabih, Seyla, “Feminism and Postmodernism: An Uneasy Alliance”, Praxis International 11 (1991) 2, 137-49.

[5] Sargisson, Lucy, Contemporary Feminist Utopianism, Routledge, London,

1996.

[6] Sargisson, Lucy, ibid, p. 9.

[7] Sargisson, Lucy, ibid, p. 41

[8] Levitas, R. The Concept of utopía, 1990, Citado en Sargisson, op. cit., p.

[9]Sargisson, Lucy, ibid, p. 48

[10]Bobbio, N., Matteucci, N. op. cit., p. 1664.

[11]Ibid., p. 1664.

[12] Lyotard, Jean-Francois, Moralidades Posmodernas, Tecnos, Madrid,

1996, p. 72.

[13] Carter, Angela, The Passion of New Eve, Virago, London, 1982, citado en

Sargisson, op, cit, pag. 20-3.

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