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Palacios, Ma. Julia (comp.) ¿Historia de las mujeres o historia no androcéntrica?, Secretaria Académica de la Universidad Nacional de Salta, 1997. pp. 172.

María Luisa Femenías

El equipo interdisciplinario que dirige María Julia Palacio que incluye miembros del Consejo de investigación de la de la Universidad Nacional de Salta y profesoras de la Facultad de Humanidades sitúa con precisión ―ya desde el título de la obra― los términos del debate actual en torno al problema de coma enfocar la inclusión de las mujeres en la historia (y por historia voy a entender, en un sentido amplio, tanto la de historiógrafos como la de filósofos o teóricos de las ideas). Como se sabe a la tradicional invisibilización de las mujeres se opuso tenazmente el reclamo de las mismas, y aun su exigencia, a ser reconocidas como participes activas (agentes, como se dice a veces) de procesos y revoluciones, gestaciones culturales, producciones y aportes de diversa índole. En los últimos veinte años, y al comenzar a tomarse en cuenta sus contribuciones, se ha generado una larga historiografía acerca de las mujeres. Es precisamente aquí donde la pregunta, título de la compilación, adquiere real significado, pues, des de por si historia no androcéntrica una historia centrada, sin más, en las mujeres? es necesario ese “algo más” que la mera enumeración de sus contribuciones? si es así, ¿en qué consiste ese plus y como instrumentarlo?

Preguntas como las que acabo de formular vertebran a mi entender, desde un inicio, la compilación de Palacios. Efectivamente, ya su minucioso relevamiento de las distintas contribuciones a la clarifican de la noción de genero como herramienta de análisis muestra que no todo lo que se dice acerca de “las mujeres” es contribución no-androcentrica. Se debe incluir como subrayaría Cèlia Amorós— el carácter emancipatorio de la perspectiva, pues puede haber análisis de genero carente de esa especificidad, como Bien lo demuestran los resurgimientos de los postfeminismos, los neofeminismos y las éticas femeninas. Por el contrario, la compilación que nos ocupa no padece de ese rasgo. Más bien, esta claro que a una solida apoyatura bibliográfica le sigue una reflexión clara (sensata) de las diversas posiciones al uso sin perder de vista el descentramiento de lo masculino (y no su afiadidura) que la inclusion de las mujeres implica.

Así se reconocen nuevos objetos (el cuerpo, el poder, las marcas del genero) y nuevos sujetos (las mujeres, los grupos sociales excluidos). Pero, sobre todo, se descubre el amplio campo de las relaciones dialécticas de la sexualidad (como alguna vez lo denominó A. Puleo).

Por ello, Palacios subraya que una historia de las mujeres nos lleva al análisis de la producción que se inscribe bajo ese rotulo sin dejar de tener en cuenta el proceso y las trasformaciones que ha sufrido desde su origen, y que,en definitiva, recogen “nuevos problemas”, “nuevos temas” y “nuevos enfoques”.

La importancia de escribir la propia historia, se pone de manifiesto en el articulo de V. Carrique. En efecto, si ellos describieron, pintaron, esculpieron y escribieron a y sobre las mujeres, en fin, que nos heterodesignaron, es hora , de escribir la historia de la dominación y de la resistencia desde nuestras acciones como sujetos, desde todos los ángulos de la ecuación del poder. El movimiento feminista como “sujeto nuevo” convierte a la “nueva historia” en el punto de encuentro y de renovación de la teoría y las practicas feministas.

Con todo, es necesario rastrear cuál ha sido el papel del sujeto en la historia para poder reconocer la innovación que supone la inclusión de las mujeres, porque las mujeres hacen la historia?. Si el “arquetipo viril” tomando Palacios la propuesta de Amparo Moreno es el que ha hecho la historia, la perspectiva de genero introduce una variable de análisis que con toda seguridad aporta precisiones a la tesis de que el hombre (el anthropos, el ser humano) as el que hace la historia. Por supuesto, el ser humano sexuado, varón y mujer. Al reto de la búsqueda de precisión en la propia terminología feminista, Palacios sugiere responder a la pregunta filosófica y a la pregunta historiográfica sobre el sujeto de la historia teniendo en cuenta la critica feminista, imposible ya de eludir dado el estado actual de la cuestión.

Desde luego el libro no hubiera estado completo sin una referencia a la situación de las mujeres salteñas en la historiografia regional. El primero, de Lilia Fanny Perez, es un ajustado de los trabajo sobre el conchabo femenino desde el siglo XVIII y las ventajas que la denominada Ley Güemes acarreara a las mujeres. El segundo, de Alicia Rina Dib, es un trabajo de campo que —a pesar de las dificultades que la misma autora enumera en su presentación— ofrece un panorama del compromiso genérico de las/los profesores de historia salteños. Me parece destacable que los graduados o alumnos avanzados de la UNSa manifiestan mayor actualización y compromiso con el tema. El relevamiento historiográfico de Sergio Cañazares cierra la obra.

 

Se trata, por cierto de una puesta al día que se lee con interés tanto respecto de las cuestiones de genero que aborda como de historiografía en general.

 

 

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