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Conciencia e inconsciencia en el marco de la polémica Searle-cognitivistas

Nora Stigol

 Universidad de Buenos Aires

Universidad Nacional de La Plata

 I

Después del apogeo del conductismo y con el desarrollo del cognitivismo en la década del 60 se produce en el ámbito de la Filosofía de la Mente y de la Filosofía de la Psicología un resurgimiento del estudio de la mente, resurgimiento que, sin embargo, no fue acompañado por un retomo de la conciencia. Antes bien, el cognitivismo se caracterizó por lo que Flanagan llama “el inesencialismo de la conciencia”. Parecía posible explicar ciertos aspectos de la mente -en particular la competencia cognitiva- sin necesidad de comprometerse con la conciencia, noción esta última que parecía no poder integrarse en el marco de una ciencia natural objetiva.

En los últimos años la noción de conciencia ha reaparecido y hoy ocupa un lugar de privilegio en la Filosofía de la Mente. Uno de los paladines de ese resurgimiento es, sin duda, J. Searle quien escribe:

la tendencia general en ciencia cognitiva ha sido la de meter una cuña entre la conciencia, entendida como procesos mentales subjetivos que no son vistos como tema de investigación científica y aquellos procesos que son vistos como tema genuino de la ciencia cognitiva y que, por lo tanto, deben ser objetivos. El tema general es que los procesos mentales inconscientes son más importantes que los conscientes... Creo que, a pesar de su complacencia en usar el concepto de inconsciente, no tienen una clara noción de estados mentales inconscientes... La noción de un estado mental inconsciente implica accesibilidad a la conciencia.[1] (La bastardilla es del autor).

La idea cognitivista es que hay procesos o fenómenos mentales inconscientes -en general se los concibe de modo computacional- que son suficientes a la hora de explicar nuestras capacidades cognitivas. Se supone que estos procesos no sólo son inconscientes de hecho sino que lo son en principio. Así por ejemplo, las reglas de la gramática universal postuladas por Chomsky, el lenguaje del pensamiento de Fodor y las reglas de la visión de Marr, etc., son el tipo de procesos mentales que son inaccesibles, en principio, a la conciencia. La tarea de las ciencias cognitivas no es sino la de poner al descubierto esas estructuras y ello no requiere compromiso alguno con la conciencia.

La crítica de Searle a los cognitivistas está dirigida, precisamente, contra esta tesis, contra la afirmación de la existencia de estados mentales inconscientes e inaccesibles, en principio, a la conciencia. A juicio de Searle, la noción de estados mentales inaccesibles a la conciencia es en sí misma una noción incoherente. No hay tal cosa, sostiene Searle, como estados mentales inaccesibles a la conciencia. En esta crítica a los cognitivistas Searle propone lo que él llama Principio de Conexión.

Según este Principio, todo estado mental inconsciente es en principio accesible a la conciencia. Sólo su posible accesibilidad a la conciencia permite, dice Searle, a un estado inconsciente ─estado que en definitiva no es sino un estado neural─ preservar aquellos rasgos que definen lo mental: la subjetividad, la intencionalidad y la forma aspectual. En efecto, a menos que se acepte el principio de conexión, Searle no puede explicar la existencia de estados mentales inconscientes.

En un trabajo anterior me ocupé de este Principio.[2] En aquella oportunidad señalé la ambigüedad de una expresión central de Searle a la hora de proponer o explicitar ese Principio. Me refiero a la expresión “accesibilidad en principio”. Me pregunté qué entendía Searle por “accesibilidad en principio”. ¿Cómo debía entenderse el hecho de que un determinado estado mental ─inconsciente─ fuera accesible a la conciencia?

En aquel momento me detuve particularmente en la idea de accesibilidad en principio y no lo hice, en cambio, en la noción de conciencia. Esto es precisamente lo que intento hacer en este trabajo. Estrictamente me pregunto aquí cuál es la noción de conciencia y de inconsciencia que subyace a la tesis cognitivista que Searle ataca.

Mi pregunta surge a propósito de una objeción que se le ha formulado a Searle respecto de sus críticas al cognitivismo. Escribe Searle:

otros escritores (se refiere a algunos de sus objetores) señalan que, ya que los científicos cognitivistas son capaces conscientemente de establecer principios inconscientes, se sigue que estos principios son accesibles a la conciencia[3]

La objeción es formulada por Alice Meulen quien escribe:

Las reglas lingüísticas pueden ser objeto de un pensamiento consciente, cualquier lingüista presenta pruebas suficientes de reflexión consciente sobre reglas y principios. Es sólo en su aplicación individual a los procesos cognitivos de comprensión y producción que los usuarios no necesitan tener acceso a las reglas[4]

¿Es válida esta objeción? ¿Está errado Searle cuando reprocha a los cognitivistas el afirmar que los fenómenos inconscientes postulados para explicar la competencia cognitiva son inaccesibles a la conciencia? ¿Son las reglas y representaciones postuladas por los cognitivistas accesibles o no a la consciencia? ¿Cuál es el concepto de conciencia que está involucrado en estas discusiones?

Antes de intentar responder a estas preguntas quiero presentar algunas distinciones que se han formulado a propósito de la noción de conciencia Y que me parecen interesantes para tener presentes aquí.

 

II

Una distinción que cabe hacer a la hora de elucidar la noción de conciencia es la que suele hacer D. Rosenthal entre las nociones de conciencia transitiva y conciencia intransitiva. Cuando nos referimos a un estado mental como siendo consciente de algo, decimos de este estado que es transitivamente consciente de ese algo. Hay un objeto del cual soy consciente, ese objeto es, en este sentido, accesible a mi conciencia. En otras palabras, mi estado transitivamente consciente es un estado intencional, un estado acerca de algo, un estado que tiene un contenido y ese contenido es el objeto intencionado de mi estado mental consciente. Pero también aplicamos el término “conciencia” a estados mentales y decimos de ellos simplemente que son estados conscientes. La carencia de un objeto directo hace que los llamemos, dice Rosenthal, “estados mentales intransitivamente conscientes” y significamos por ello estados en los cuales nos encontramos y sabemos que nos encontramos en ellos de una manera directa, no inferencial, no deliberada y no introspectiva.

N. Block suele distinguir entre conciencia fenoménica -cuyos sinónimos son conocimiento directo (awareness) subjetivo, feeling, experiencia, sensibilidad- y la que denomina “access consciousness” (algunas veces se refiere a ella como conciencia cognitiva). La primera se aplica más directamente a las sensaciones y a otras experiencias. Y se define en términos del contenido cualitativo de nuestros estados sensoriales, las qualia. Incluye el modo en que las cosas nos parecen ser, cómo huelen, cómo gustan, cómo sentimos un determinado dolor. O, usando una expresión acuñada por T. Nagel, la conciencia fenoménica de la experiencia de un murciélago se define en términos de cómo es ser un murciélago (what it is like to be a bat).

La segunda, en cambio ─la conciencia cognitiva─ se aplica más bien a los pensamientos, creencias, deseos, es decir, a estados mentales intencionales con contenido semántico y tiene que ver más con el flujo de información que con las qualia. Un estado es consciente en este sentido (en el sentido de access-consciousness) si su contenido está disponible o es viable o es adecuado 1) como premisa en un razonamiento, 2) como guía para la acción o premisa de un razonamiento práctico y 3) si es susceptible de ser informado verbalmente.

Ambas nociones, agrega Block, son relativamente independientes. Así un sistema puede tener capacidad fenoménica, puede tener sensaciones y estados experienciales y, sin embargo, carecer de conciencia cognitiva. O, por el contrario, un sistema puede ser capaz de procesar información y de producir información lingüística aunque no haya nada que sea cómo ser ese sistema, es decir que ese sistema carezca de conciencia fenoménica.[5]

 

III

Teniendo a la vista estas distinciones se hace más clara la discusión entre Searle y los cognitivistas.

En efecto, cuando Alice Meulen sostiene que “las reglas lingüísticas pueden ser objeto de un pensamiento consciente” parece claro que estas reglas son accesibles a la conciencia del lingüista en el mismo sentido en que es accesible a mi conciencia este objeto que está frente de mí y que percibo. En términos de Rosenthal el lingüista es consciente transitivamente de las reglas y principios que explican la competencia lingüística de los hablantes así como yo soy consciente transitivamente del objeto en cuestión. Obviamente la naturaleza de la conciencia transitiva en uno y otro caso es diferente. Este objeto que percibo a diferencia de las reglas lingüísticas constituye el objeto intencionado de mi acto de percepción; las reglas, en cambio, no son el tipo de cosa que se perciben sensorialmente; constituirían el objeto intencionado de un acto de pensar, de concebir, de proponer, o como se quiera.

En términos de Block, el lingüista tiene conciencia cognitiva de las reglas y representaciones, es consciente de ellas ya que el contenido de su conciencia -el pensamiento acerca de ellas- es accesible a procesos de razonamiento y de información.

Hasta aquí, entonces la crítica searliana a los cognitivistas no parece ser válida ya que los cognitivistas no estarían postulando principios inconscientes e inaccesibles a la conciencia.

Ahora bien, no me parece que éste sea el sentido interesante de accesibilidad a la conciencia que manejan tanto Searle corno los cognitivistas o al menos Searle. La misma Alice Meulen advierte veladamente otro sentido de accesibilidad a la conciencia cuando dice que es “sólo en su aplicación individual que los usuarios no necesitan tener acceso a las reglas”. En efecto, los usuarios, quienes poseemos las reglas y representaciones que explican nuestra competencia cognitiva, no somos intransitivamente conscientes de ellas. Como usuaria del lenguaje no soy consciente de manera directa y no deliberada de esas reglas aunque en términos de Block puedo acceder a ellas de manera inferencial y por un proceso de razonamiento e información. De hecho quienes tenemos algún conocimiento de las teorías cognitivistas estamos informados acerca de reglas y representaciones impresas en nuestros bagajes innatos, tenemos de ellas conciencia transitiva y cognitiva, somos capaces de hablar acerca de ellas, pero, no somos conscientes de ellas en el modo en que soy consciente intransitivamente de este dolor de cabeza que me aqueja aquí y ahora. O, dicho en términos de Block, no tengo conciencia fenomenológica de esas regias y representaciones no sé cómo es tenerlas, no sé cómo es estar en el estado mental de poseerlas, ni puedo saberlo y, en este sentido, ellas son inaccesibles a la conciencia.

Me parece, entonces, que es el sentido de conciencia fenomenológica en términos de Block o el sentido de conciencia intransitiva en términos de Rosenthal el que está en juego en la argumentación de Searle contra la tesis cognitivista según la cual existen fenómenos mentales inconscientes inaccesibles a la conciencia.[6]

Si se me concede esta interpretación, resulta entonces que la objeción de Alice Meulen no da en el blanco; sigue habiendo un sentido en el que los fenómenos mentales inconscientes que postulan los cognitivistas son inaccesibles a la conciencia (son inaccesibles a la conciencia fenoménica) y por tanto la critica searliana a los cognitivistas sigue en pie.



[1]              Searle, J., The Rediscovery of the Mind, Cambridge, The Mit Press, 1992, p. 152.

[2]              Me refiero a un trabajo que presenté en el Segundo Coloquio Bariloche de Filosofía realizado en San Carlos de Bariloche, los días 29, 30 de junio y 1, 2 de julio de 1994 : “¿Son intencionales los estados mentales inconscientes?”.

[3]              Searle J., “Consciouness, explanatory inversion and cognitive science” en Behavioral and Sciences Brain (1990) 13, p. 634.

[4]              Meulen, Alice, “The Causal capacities of linguistic rules” en Behavioral and Brain Sciences (1990) p. 627.

 [5]              Ejemplo de conciencia fenoménica sin conciencia cognitiva es el caso de un simple animal que tiene conciencia fenoménica sin capacidad para razonar e informar o el caso de una persona que está inconsciente porque ha recibido un golpe en la cabeza; esa persona no será consciente en el sentido de access-consciousness, pero “si está viendo las estrellas o soñando, está consciente en el sentido fenoménico”.

                Ejemplo de un sistema que tiene conciencia cognitiva sin tener conciencia fenoménica es un robot computacionalmente idéntico a cualquiera de nosotros pero cuyo cerebro de siliconas no es capaz de conciencia fenoménica.

 [6]              Quiero aclarar que los conceptos de conciencia intransitiva de Rosenthal y de conciencia fenomenológica de Block no son estrictamente idénticos, pero a los fines presentes pueden verse como refiriéndose al mismo fenómeno. El mismo Block reconoce el hecho de que habitualmente se las identifican pero advierte que esta identificación no es del todo correcta.

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